Hace una
semana, hablando de la confianza, interconectábamos dos observaciones.
La primera, aludía al hecho de que al ser el confiar un hecho tan radicalmente humano,
siempre, a pesar de todo, habrá margen para decidirnos por él. ¿Por qué? Pues
porque aún reducida a mínimos -recordando a los clásicos-, la confianza es a la vida anímica, lo que la respiración a la vida biológica. Indispensable e inevitable. En
este sentido, decíamos: ´confiamos para
vivir y hacer vivible la vida. Vivimos porque confiamos`.
La segunda
observación, supuesta la anterior apuesta por el confiar, nos ponía ya en el camino
de su recuperación. Entonces, dos sendas se dibujaban frente a nosotros: la de la actitud cordial que fuésemos capaces de
recrear, es decir, la del paso, titubeante y necesario a la vez, hacia ese
otro u otros de quien hubiésemos decidido fiarnos. Pero a la par, casi por el
reojo, la senda del cambio mental exigiéndonos revisar la validez de muchos de nuestros esquemas, en particular la
de aquellos que nos han inhabilitado para la confianza como voluntad de
encuentro.
En el reinado de la desconfianza: ¿qué papel
jugamos cada uno?
Decimos
esto desde el contexto, reconocido y sufrido, del reinado de la desconfianza.
Desconfianza en la mayoría de las instituciones, en gran parte de la dirigencia
y desconfianza hasta de los discursos y acciones que buscan comprender y palear
la situación misma. Un reinado mundial de
la desconfianza que evidentemente no puede explicarse solo por mor de un
generalizado contagio vírico de incapacidades, mala voluntad y el avance de
argumentarios facilones y cavernícolas.
Tiene que haber
otra causalidad. Por supuesto que la decisión humana de algunos por lo
in-humano es real. Pero ello no tendría que quitarnos el derecho y deber de volver
a confiar, de reconstruir la urdimbre del encuentro. Aunque sea costoso, se
trata de respirar o morir. Y he aquí, una consideración molesta. ¿Cuántas de nuestras prácticas cotidianas, son
constantes y auténticas semillas para el recelo y la desafección respecto de ´ese`
o ´esos` por los que potencialmente decidir fiarnos?
El
mundo de los otros se raquitiza cada vez más. De hecho,
la mala comprensión de la individualidad que nos aísla (paradójicamente en un
mundo de iguales interconectados) y el consumo que nos apoltrona e infantiliza,
más la caída o descrédito de las verdades de otros tiempos, hacen que nuestra
vulnerabilidad se exacerbe más y más. Consecuencias: la búsqueda de seguridad y
referencias no tiene por dónde tirar, se hace autorreferencial.
Confiar desde la intranquilidad y las
palabras y acciones intermedias
Terminamos
así, moviéndonos en un círculo de certezas y opiniones que solo buscan asegurar
las que ya teníamos, con lo cual -encapsulados-, lo único que logramos es que
nuestras emociones, afectos y pasiones se estrechen a niveles asfixiantes.
Claro que hay intereses ocupados en que solo nos movamos por aquí. Pero el respirar-confiar, aún sigue siendo
nuestro. Y aunque debilitado, dos cosas pueden todavía fortalecerlo. Una,
la vinculada a la experiencia de que más que seres capaces de consciencia
acerca del vivir, somos seres capaces de
sentirse viviendo, y ello, aunque sea desde la intranquilidad. La otra, la renuncia a los esquemas claros y
luminosos, definidos y definitivos como requisito para confiar.
Como
percibía Rilke: ´toda vida es (simplemente) vivida`. Por aquí pues, debería
comenzar nuestra recuperación de la confianza, ya que pretender confiar a costa
de desterrar la intranquilidad es un absurdo alienante. Vaya obviedad dirán
algunos, sin embargo, cuando la confianza está a la baja, es cuando
recurrentemente reaparecen las luces excesivas y claras que se lo tragan todo [Esquirol.
La penúltima bondad. 2018]. Ello,
cuando la vida simplemente vivida, solo
reclama palabras y acciones intermedias, pero palabras y acciones de unos y
otros, de todos.
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Por fuerza confiamos, aunque sea en las falsas promesas del mercado. Faltaría unir esa reflexión sobre la confianza con los resortes foucaultianos sobre el poder, el control y la disciplina del tiempo y el espacio.
ResponderEliminarEcho en falta en esta reflexión la perspectiva feminista, puesto que para las mujeres la experiencia de confiar tiene un significado bien distinto, en la medida que ellas sufren más la desconfianza y el miedo al caminar solas por la calle, al acceder al espacio público, al expresar sus propias ideas, etc.
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