sábado, 9 de enero de 2021

Poniendo a punto nuestras confianza, libertad y bondad (III)

Hace una semana, hablando de la confianza, interconectábamos dos observaciones. La primera, aludía al hecho de que al ser el confiar un hecho tan radicalmente humano, siempre, a pesar de todo, habrá margen para decidirnos por él. ¿Por qué? Pues porque aún reducida a mínimos -recordando a los clásicos-, la confianza es a la vida anímica, lo que la respiración a la vida biológica. Indispensable e inevitable. En este sentido, decíamos: ´confiamos para vivir y hacer vivible la vida. Vivimos porque confiamos`.

La segunda observación, supuesta la anterior apuesta por el confiar, nos ponía ya en el camino de su recuperación. Entonces, dos sendas se dibujaban frente a nosotros: la de la actitud cordial que fuésemos capaces de recrear, es decir, la del paso, titubeante y necesario a la vez, hacia ese otro u otros de quien hubiésemos decidido fiarnos. Pero a la par, casi por el reojo, la senda del cambio mental exigiéndonos revisar la validez de muchos de nuestros esquemas, en particular la de aquellos que nos han inhabilitado para la confianza como voluntad de encuentro.

En el reinado de la desconfianza: ¿qué papel jugamos cada uno?

Decimos esto desde el contexto, reconocido y sufrido, del reinado de la desconfianza. Desconfianza en la mayoría de las instituciones, en gran parte de la dirigencia y desconfianza hasta de los discursos y acciones que buscan comprender y palear la situación misma. Un reinado mundial de la desconfianza que evidentemente no puede explicarse solo por mor de un generalizado contagio vírico de incapacidades, mala voluntad y el avance de argumentarios facilones y cavernícolas.

Tiene que haber otra causalidad. Por supuesto que la decisión humana de algunos por lo in-humano es real. Pero ello no tendría que quitarnos el derecho y deber de volver a confiar, de reconstruir la urdimbre del encuentro. Aunque sea costoso, se trata de respirar o morir. Y he aquí, una consideración molesta. ¿Cuántas de nuestras prácticas cotidianas, son constantes y auténticas semillas para el recelo y la desafección respecto de ´ese` o ´esos` por los que potencialmente decidir fiarnos?

El mundo de los otros se raquitiza cada vez más. De hecho, la mala comprensión de la individualidad que nos aísla (paradójicamente en un mundo de iguales interconectados) y el consumo que nos apoltrona e infantiliza, más la caída o descrédito de las verdades de otros tiempos, hacen que nuestra vulnerabilidad se exacerbe más y más. Consecuencias: la búsqueda de seguridad y referencias no tiene por dónde tirar, se hace autorreferencial.

Confiar desde la intranquilidad y las palabras y acciones intermedias

Terminamos así, moviéndonos en un círculo de certezas y opiniones que solo buscan asegurar las que ya teníamos, con lo cual -encapsulados-, lo único que logramos es que nuestras emociones, afectos y pasiones se estrechen a niveles asfixiantes. Claro que hay intereses ocupados en que solo nos movamos por aquí. Pero el respirar-confiar, aún sigue siendo nuestro. Y aunque debilitado, dos cosas pueden todavía fortalecerlo. Una, la vinculada a la experiencia de que más que seres capaces de consciencia acerca del vivir, somos seres capaces de sentirse viviendo, y ello, aunque sea desde la intranquilidad. La otra, la renuncia a los esquemas claros y luminosos, definidos y definitivos como requisito para confiar.

Como percibía Rilke: ´toda vida es (simplemente) vivida`. Por aquí pues, debería comenzar nuestra recuperación de la confianza, ya que pretender confiar a costa de desterrar la intranquilidad es un absurdo alienante. Vaya obviedad dirán algunos, sin embargo, cuando la confianza está a la baja, es cuando recurrentemente reaparecen las luces excesivas y claras que se lo tragan todo [Esquirol. La penúltima bondad. 2018]. Ello, cuando la vida simplemente vivida, solo reclama palabras y acciones intermedias, pero palabras y acciones de unos y otros, de todos.

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2 comentarios:

  1. Por fuerza confiamos, aunque sea en las falsas promesas del mercado. Faltaría unir esa reflexión sobre la confianza con los resortes foucaultianos sobre el poder, el control y la disciplina del tiempo y el espacio.

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  2. Echo en falta en esta reflexión la perspectiva feminista, puesto que para las mujeres la experiencia de confiar tiene un significado bien distinto, en la medida que ellas sufren más la desconfianza y el miedo al caminar solas por la calle, al acceder al espacio público, al expresar sus propias ideas, etc.

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