Límites y esperas en confinamiento.
Tras más de un mes de confinamiento, la realidad que
compartimos quizá requiera de una revisión sosegada, diferente a la que
hacíamos cuando estrenábamos el ´estado de alarma`, cuando hasta desde un
cierto candor individual y colectivo todo era pro-positividad.
Es evidente que después de lógicos desgastes y cansancios,
las cosas han comenzado a cobrar otra coloratura. Por un lado, la normalidad a
la que algunos aspiran retornar se hace inviable, incluso sospechosa por no
conveniente. Por otro, el futuro pareciera encaminado a revestir unos niveles
de inseguridad que tendremos que aprender a conjugar con nuestras pretendidas
libertades, etc., etc.
Con todo, también es cierto que hemos redescubierto un sin
fin de estrategias desde donde seguir adelante. En definitiva, la experiencia
de poder seguir engendrando vida sigue ahí. ¡Pero claro! este engendrar nunca
ha sido ni será incondicionado; lo que ´estemos pariendo` o podamos concebir y
luego dar a luz, siempre va a depender de los remanentes que hayamos cultivado,
de aquellas condiciones de posibilidad con las que mínimamente contemos.
Por eso la desesperación de muchos y la autocomplacencia de
otros de cara a los efectos del confinamiento: ¿cómo sobrellevarlo… qué concebir… qué cultivar…? (todos
verbos emparentados con el ser y hacer ´cultura`) de cara a la salida de un
túnel que ni será corto y más aún, que ya sabemos no desembocará en un campo
bucólico de seguridades en flor.
La cuestión será aprender a bascular entre lo que ´mañana`
tendrá que ser gestión de la vida y el vivir y entre lo que ´ya hoy` debe ser
el sentido que decidamos y queramos dar a esa vida y vivir. Una vida y vivir
que están siendo interrogados acerca de lo esencial, de lo que auténticamente
nos constituye y valida. La salida de la presente situación será absolutamente
incierta, pero no por eso carente de sentido. Es en esto donde nos la jugamos,
como personas primero, como sociedad después. ¿Qué sentido daremos a nuestras vidas y vivir tras lo que nos ha tocado?
Y ese sentido, a construir en silencio y soledad primero,
pero también en según qué planos a debatir y acordar con otros, supondrá aprender
a bascular entre límites y esperas. Un bascular que necesariamente debe y
deberá tener en cuenta nuestra experiencia frente a imperfecciones y contingencias,
las propias y las ajenas, y solo desde ahí comenzar a pensar y pensarnos para
el mañana. Éste es el único camino desde donde engendrar esperanzas realistas,
ni vanas ni temerarias; el mejor sendero hacia las aperturas del futuro.
De lo contrario, poco habremos aprendido tras el
confinamiento y su lenta desescalada…
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