Toda situación extraordinaria, tal como la que ahora toca respecto a la pandemia del COVID-19, siempre requerirá de gestiones ´más allá de lo ordinario`. Gestiones que en parte podemos ver como necesarias e indiscutibles, por caso las vinculadas al ámbito de lo público, y gestiones más difusas y controvertidas -pero no por eso menos importantes- como las estrictamente privadas. Precisamente -estas últimas- son las llamadas a reconfigurar, ahora mismo, el núcleo de nuestra experiencia y autoconciencia frente a lo que sucede; pero no solo para el ´ahora`, sino también para el ´después`, para cuando toque retomar la vida tras el azote del coronavirus.
Es
cierto que cualquier alarma tiende a afectarnos solo en un sentido: el de lo
urgente, sin embargo ´saltar solo hacia adelante`, sin vinculación crítica al
contexto en el que nos hemos estado moviendo, no sería más que una huida estúpida. De ahí la importancia de revisar la crisis de aquellas
categorías que hasta hace poco nos han constituido o realizado individual y
colectivamente, revisión que podríamos vertebrar tras la siguiente cuestión: ¿cómo seguir configurándonos como personas y
sociedad capaces de sentido, sin rehuir de nuestras intrínsecas debilidades
humanas? Con esto queremos decir que las urgencias que pueda suponernos el
estado de pandemia, no deberían dejar de enmarcarse en el modelo socio cultural
en el que, desgastadamente, vivimos hace tiempo.
Sabemos que la
anterior cuestión es difícil de asumir en sus previsibles respuestas, pero también
que se trata de una cuestión inexcusable, en particular cuando el coronavirus instalado
entre nosotros apunta inusitadamente a nuestras más evidentes vulnerabilidades
personales y sociales. Vivimos en sociedades de riesgo, a veces riesgo
disfrazado, a veces riesgo auto-persuadidamente obviado, eso, además de que lo
natural de la enfermedad y la muerte pueden sobrevenir en un formato
des-habitual, de donde el colapso y el desgarro que nos toca y vemos alrededor. ¿Por qué hemos preferido ignorar todo esto?
Y por seguir con las preguntas: ¿saldremos
de esta encrucijada solo reafirmándonos en nuestros desarrollos instrumentales, los mismos que nos han hecho tan infantilmente débiles? ¿O servirá la
misma para recuperar la necesidad y capacidad de dar otros sentidos a
la vida y la muerte, la libertad y el amor, el poder y lo que no cuenta?
Preguntas que evidentemente nos relanzan sobre un desafío vital-filosófico: pensarnos una vez más como sujetos. Sujetos capaces de experiencia y reflexión, pero también de pequeñas resistencias culturales, en medio de los mecanismos de la ´cultura estructural` que nos condiciona.
Preguntas que evidentemente nos relanzan sobre un desafío vital-filosófico: pensarnos una vez más como sujetos. Sujetos capaces de experiencia y reflexión, pero también de pequeñas resistencias culturales, en medio de los mecanismos de la ´cultura estructural` que nos condiciona.
En efecto, la responsabilidad
respecto a lo bueno por vivir y realizar es lo que alimenta nuestros
compromisos, ya sean los acordados o los obligados, los queridos o los
consentidos. Un elegir y un hacer ineludibles, tanto, que toda nuestra
existencia estará atravesada por los entresijos de sus respectivas dinámicas,
en particular cuando lo que toca vivir ha dejado de ser ´lo ordinario`.
Puedes escribirnos o llamarnos:
Perpetuo Socorro 4, oficina 4 - 50006, Zaragoza
sergiolopezcastro.tf@gmail.com
616 02 38 22
Yo creo que este confinamiento puede hacer crecer la unidad entre nosotros, tanto vecinal como mundial, ya que todos estamos padeciendo lo mismo y por el mismo motivo.
ResponderEliminarEl que haya un cambio de valores a nivel general lo veo más difícil, pero sí el confinamiento está haciéndonos pensar en lo fundamental, en las cosas importantes de la vida.
Lo malo vendrá cuando después de la crisis sanitaria venga la económica, y ésta exija más solidaridad y no el "sálvese quién pueda", y supere el individualismo propio del liberalismo. También veo el peligro de que, a río revuelto, salgan "salvadores", que lleven a los países a la dictadura y a la ruina.
No sé cómo lo veréis los demás. Un cordial saludo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarRehago lo anterior...
EliminarGracias por tu comentario, Javier.
Entre otras, creo que una cuestión será la del papel que decidamos pensar y jugar la sociedad civil. Un papel a desempeñar tanto hacia arriba del sistema, es decir, hacia el ámbito donde se toman las decisiones públicas, como hacia abajo, donde existe toda esa porción poblacional, mezcla de exclusión, desencanto y masificación cultural.