domingo, 31 de mayo de 2020

´Cuidarnos` y ´cuidar` en tiempos de confinamiento (VI)


Contención y austeridad en la ITV de nuestras expectativas.

A esta altura de los acontecimientos seguramente ya no queden voces negacionistas respecto al impacto de múltiple alcance e inusitada contundencia que está siendo -y así seguirá siéndolo por algún tiempo- la COVID-19. Sin embargo, respecto a la necesidad de merecer otro caminar, realista y sensato, capaz de engendrar una esperanza y una resistencia más humanas frente a lo que nos deshumaniza, parece que no hay forma de modular el vocerío de los que ocupando el protagonismo de lo público especulan o con el precipicio o con una conducción de luces cortas. ¡Pero ojo! tampoco parece que entre bambalinas haya mejor personal para reemplazar al coro de faltones y sicofantes que nos tiene en vilo. ¡Qué vamos! Que lo tenemos crudo y que si no espabilamos probablemente terminemos siendo carne de cañón de la polarización y la fragmentación, es decir, el mejor auditorio para sostener más y más vocerío.
"La COVID-19 ha venido a decirnos que nuestra condición humana
necesita una ITV integral y urgente".
Por ello, aún siendo legítimas nuestras indignación y desafección frente a lo que vemos en escena, resulta urgente que como sociedad salgamos de ciertas perezas y torpezas. ¡Qué despertemos! Y que comencemos a hacerlo por donde hace siglos desistimos: por la pequeña escala de las relaciones personales más íntimas y próximas, pues en vano podemos pretender que la vida misma o los demás, siempre demasiado misteriosa o demasiado lejos, hagan por nosotros lo que a nosotros toca. Hablamos de espabilar, de ponernos en pie, de despertar respecto a qué mujeres y hombres queremos ser, y críticamente, respecto a qué motivaciones y recursos tenemos para ello. La COVID-19 no ha venido solo a decirnos que todos nuestros sistemas de gestión necesitan revisión, una ITV integral, sino que nosotros mismos, nuestra condición humana necesita ponerse a punto: reorientarse frente a su propia verdad y desde ahí, trazar líneas de transformación.
Y es aquí -porque lo que acontece va con nosotros, pero en ello deberíamos evitar a la vez convertirnos en lo acontecido- donde tenemos que poner bajo observación todos nuestros niveles de expectativas; lo cual no significa renunciar a tener un horizonte vital, sino reorientar nuestra existencia individual y colectiva según el mejor fin posible.
Un empeño en el que creemos, como decíamos hace una semana, la positividad por redescubrir de la CONTENCIÓN y la AUSTERIDAD, en cuanto capacidades de albergue, refugio y cobijo, frugalidad y moderación respectivamente, puede decir y hacer mucho, para con nosotros a título individual, pero también para con la misma vida y los demás.
Nuestro punto de vista no es el del análisis y la crítica política, sino el de la comprensión vital, de donde el intento de vincular lo sobrevenido tras la actual pandemia con las que podríamos decir son las ´líneas maestras` de nuestro hacernos personas y sociedad. Hablamos de la vida, tanto a nivel psicológico y existencial como a nivel trascendental, por eso, en cada uno de estos niveles es donde deberíamos ser capaces de hacer más razonable y cordial aquello que creemos merecer. ¿Cómo? Pues sacándolos de la clave del consumo y el placer sin criterio ni límite con que los hemos configurado, en el fondo, de la mitificación o endiosamiento que ya como modernos -entre los siglos XVI y XVIII- hicimos de nuestra individualidad racional.
"Contención y austeridad no como ascética,
sino como mística de las relaciones y el encuentro".
En dicha tarea, la ´contención` y la ´austeridad` que planteamos tendrán que ir más allá del camino ascético, duro y purgativo que solo busca evitar el mal desde la perspectiva de lo defensivo. Por el contrario, deseamos y pensamos a ambas como camino místico, como contraposición y regulación dialogante y flexible con la vida y con lo diferente de uno mismo. Se trata de otra perspectiva: la de la apertura para el encuentro. Veamos pues, cómo podrían jugar y qué podrían dar de sí cada una de esas ´líneas maestras`: lo que son nuestras expectativas o esperamos de nosotros, de la vida y del otro/Otro al ser puestas bajo esta impostergable ITV.
a) Lo que esperamos de nosotros mismos: En una época donde la persona, en cierto sentido antes ´sujetada` por su propio yo, no halla o no reconoce el valor del ´sí mismo`, perdiéndose así en constantes y neuróticas búsquedas vaya a saber de qué, ´volver a casa`, a la ´inocencia radical`, al ´yo profundo` será lo primero a roturar y sembrar. No como afán de regusto individualista, sino como auténtico y sano cuidarse para cuidar. Algo en lo que la soledad y el silencio, como vuelta y retiro al propio misterio antes que como huida y relax, serán claves.
Corolario: la recuperación del propio centro vital.

b) Lo que esperamos de la vida: Asumir que la vida no está en nuestra manos, que la gestación de lo presente y porvenir se da sin nosotros controlarlo todo, es quizá lo que más contundentemente nos exija la experiencia de ´enfermedad y muerte absolutas` instaurada por la COVID-19. Lo cual, ni significa renunciar a nuestras legítimas aspiraciones, ni tampoco dejar de actuar responsablemente. El desafío: poner nuestra necesidad instintiva de seguridad fuera de nosotros, en lo no controlable, máxime cuando esa seguridad en la que confiar no revista las formas deseadas.
Corolario: el desarrollo de unas confianza madura y sana autoaceptación.

c) Lo que esperamos del otro/Otro: Inmersos en un modelo de reproducción cultural en el que el otro, viviente como nosotros, y lo Otro, en tanto razonable posibilidad capaz de sacarnos de nuestra pura autoreferencialidad, en general cuentan poco o nada, urge replantear nuestros criterios de alteridad. En efecto, enclavado en los privilegios del yo, por ende, en un uso calculado de la libertad y la bondad, el general sentido de relación que entablamos con lo diferente de nosotros mismos, se aleja cada vez más de la inexcusable respuesta que siempre demanda la presencia del otro/Otro. ¡Reconozcámoslo! muchas de nuestras relaciones son puro egoísmo e insustancialidad; incluso las religiosas. Así las cosas, frente a unas vivencias de relación tan deficitarias, seguramente unas recuperadas identidades -desde una ´libertad capaz de autolimitarse` y una ´bondad menos interesada`- puedan aportar mucho.
Corolario: la reorientación del sentido y la salida hacia el otro/Otro.
´Contención` y ´austeridad` nos han sido demandadas a todos, algunos las habrán vivido como obligación, la mayoría como necesidad… con todo, el desafío de una vivencia más honda y radical de las mismas, en cada uno de nuestros niveles de relación y espera, aún es una tarea por realizar. ¡Y recordémoslo! No es ni será tarea de ningún coro o compañía en la que delegar lo que es nuestra responsabilidad. De ese coro, somos parte todos y cada uno, incluso el misterio de la vida y lo Otro.
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domingo, 24 de mayo de 2020

´Cuidarnos` y ´cuidar` en tiempos de confinamiento (V)

Contención y austeridad para unas esperanza y resistencia pos-pandémicas.

Cuando decíamos que las esperanza y resistencia a rehacer -en tanto respuestas de ´luces largas` a lo que será la vida por vivir tras la COVID-19- deberán configurarse como antagónicas a todas esas fuerzas que estando ahí no queríamos ver y que la crisis ha venido a retratar en toda su vacuidad, caíamos a su vez en una urgencia anterior. Precisamente la de desarrollar y ejercitar posibilidades existencialmente inteligentes y cordiales para dichos esperar y resistir. Esto porqué lo bueno deseado y lo bueno a defender siempre requerirán que actuemos, y si en ello somos inteligentes, mejor. De ahí que las posibilidades-condiciones antedichas tengan que ser profundamente críticas para con todo eso que, por su carácter opaco y deshumanizador, ha quedado bajo sospecha. No hablamos por tanto ni de las condiciones ni de los productos del ´mercado del bienestar`.

Vista la anterior sucesión de eslabones -Séneca decía: ´los deseos en nuestra vida forman eslabones y esos eslabones hacen una larga cadena llamada esperanza`-, ¿qué intentar? ¿Por dónde comenzar la cadena de un sano esperar y resistir? Unas preguntas que por básicas habrá que responder desde lo que, en la experiencia común frente a lo sobrevenido, constituya un ´dato` también básico… Y quien dice ´dato`, dice cualidad, predisposición, virtud. Vayamos tras ello. En el contexto de las dos últimas crisis planetarias (Lehman Brothers, 2008 - COVID-19, 2020), llaman la atención dos términos, dos ´actitudes y talantes` que estando ahí, parecen querer colarse por entre los entresijos de una vida que ya no será como la hasta ahora vivida. Hablamos de la ´contención` y la ´austeridad`, conceptos que de primeras parecen no gozar de buena fama, uno por remitir a encierro y represión, otro a rigor e incomodidad.
Sin embargo, así como paulatinamente hemos sabido reubicarnos frente a otros conceptos venidos para quedarse, en realidad frente a sus redescubiertas significación y valor, quizá podamos hacer lo mismo con estos ´por ahora` antipáticos huéspedes. Baste un ejemplo: el mundo de lo emocional, hasta no hace mucho una realidad ninguneada y escondida, al día de hoy ha pasado a constituir un elemento indiscutible en la construcción de lo personal y social. Y esto sin ignorar que muchas de las consideraciones y derivadas aplicaciones que se hacen respecto al mismo son profundamente discutibles, ¿pero hay acaso alguna elaboración humana, históricamente perfecta o exenta de instrumentalización?

¿Por qué no recuperar entonces lo positivo que también hace a la ´contención` y la ´austeridad`? ¿Por qué no despojarlas del contenido malsano con el que en algún momento se las dotó, de las intencionalidades de su mala prensa? Las palabras, como los contextos, siempre son permeables, para bien y para mal. Por eso deben ser orientados. La cuestión es hacia dónde: ¿hacia el campo de los medios, de las aptitudes y el talento, tal como es el caso de nuestro modelo vital? ¿O por el contrario, hacia el de los fines, las actitudes y el talante, el modelo que siempre se nos desdibuja? Preguntémonos ahora: ¿vivir y vivirnos a partir de la ´contención` y la ´austeridad`: del albergar, refugiar y cobijar, de la frugalidad y la moderación, en un caso y otro, no sería acaso un antídoto más que razonable y amable contra todo lo que nos fragmenta y no nos deja ser individual y colectivamente?
En el fondo, sabíamos y sabemos que la falta de sentido, de finalidad y de horizonte (precisamente la línea de flotación sobre la que ha impactado el Coronavirus) han tenido como contraprestación todo ese cúmulo de producciones y productos tras los que día a día, sin esperar y sin resistir, como posesos nos afanábamos… hasta hace dos meses atrás, eran los medios, aptitudes y talentos a los que nos inmolábamos, los habíamos convertido en fines. No obstante, cuando las alarmas se encendieron, fue necesario ´parar` y ´guardar`: ´¡CONTENCIÓN!`. Y lo más desafiante, hubo que volver a lo ´pequeño` y lo ´sencillo` de nuestras casas y afectos más reales, a lo repetitivo de lo cotidiano: ´¡AUSTERIDAD!`.
En un momento -estamos en él todavía- la vida y el vivirnos construidos sobre el embrujo de la autorrealización en lo exterior y expansivo, la curiosidad y la sobre-estimulación del consumo y el mundo virtual, la mitificación del rendimiento y el puro placer, etc., etc., elementos todos del canon que hasta ahora nos regía, han pasado a quedar en suspense, en entredicho. ¿Seremos capaces de crear -sobre esta experiencia inédita y necesidad de merecernos otro caminar- unas esperanza y resistencia más humanas? ´Contención` y ´austeridad` nos han sido demandadas a todos, algunos las habrán vivido como obligación, la mayoría como necesidad… con todo, quizá exista una forma mejor, precisamente la que las conecte con nuestra más plena vivencia de la libertad y la bondad. En ello estamos… ¡Ojalá no seamos muy pocos!
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domingo, 17 de mayo de 2020

´Cuidarnos` y ´cuidar` en tiempos de confinamiento (IV)

La resistencia y la esperanza a rehacer.

Frente a lo que será el pos COVID-19, las miradas maliciosas o sesgadas que una y otra vez giran alrededor del cálculo y la oportunidad ante lo que sospechamos se nos viene encima, hacen pensar (y desear) en sí seremos capaces de guiarnos por algún principio más saludable que los de la estupefacción o la sola gestión. Un principio cordialmente inteligente, emocionalmente ni tan aturdiente, ni tan instrumental; un valor que dada la situación de desertización sobrevenida sobre nuestro sistema de vida, sin duda será arduo rehacer, pero a cuanto más difícil más necesario, tanto como las ´luces largas` en toda conducción.

Al hablar de ese principio aludimos a la esperanza. No a la de la mera ilusión, tampoco a la de la pusilanimidad ante lo difícil, sino a la esperanza como acto por el cual somos inducidos a afrontar el mañana desde un continuo contraste con la propia experiencia, a la par que intentamos transitar por sendas dotadas de sentido, de calibrados ´desde dónde` y ´para qué`… Se trata por tanto de una esperanza llamada a la resistencia. ¡Pero ojo!, no cualquier resistencia. 

En medio de una crisis donde todas las certezas han quedado en entredicho, decir que se diseña el futuro a costa de enrarecer el clima presente es (por fuerza de las etimologías) tan estúpido como estupendo, es decir, un modo ´aturdido` de encaminarse al precipicio. Pero empecinarse exclusivamente en un diseño de ´luces cortas`, probablemente nos devuelva en un tiempo no muy lejano a la casilla de salida. La esperanza no crece bien en climas irrespirables, ya sea por aguijonear el desencanto, ya sea por enarbolar el pragmatismo. Por eso, porque la vida no es el Juego de la Oca, será clave no acercarnos demasiado ni a uno ni a otro polo… Una tarea fundamentalmente de todos y cada uno, no tanto de nuestros sistemas políticos intrínsecamente débiles.

Si bien lo antedicho sirve como contexto (y motivación) de nuestro presentar la esperanza también como resistencia, queda aún por señalar en qué sentido decimos lo que decimos y por dónde creemos que debería ir nuestra tarea a la hora de rehacerlas. Analizando y entendiendo la palabra ´espera-esperanza` en tanto apetito posible y arduo hacia un bien que por el momento no se posee, es fácil constatar que éste deseo no es un componente exclusivamente humano; en los animales, la espera, queda representada por el instinto. Sin embargo, en nuestro caso no es solo un constitutivo y una pasión constante (cosa que con el resto de las criaturas compartimos), por el contrario, somos los únicos capaces de dar al esperar un contenido que el resto de los vivientes no pueden.

Por tanto, es la racionalidad la que convierte a la ´espera-esperanza` en acto por el cual somos inducidos a actuar y a afrontar el futuro desde un continuo contraste con la propia experiencia. Acción, contraste y apertura que precisamente en ese momento la hacen también resistencia: permanencia firme y proactiva frente a todo lo que nos disgrega y daña, frente a todo lo que pudiera amenazar el diseño sano, aunque frágil, del mañana. De ahí que las resistencia y esperanza a rehacer deban serlo en tanto fuerzas antagónicas para con el disfrute sin tardanza, la incapacidad para el sufrimiento, la apatía generalizada o el primado de la producción sin razón, en el fondo, todas esas fuerzas de disgregación que estando ahí no queríamos ver y que la COVID-19 ha venido a retratar en toda su vacuidad, en todo su sin sentido.

Por eso, por el hecho de que espera y resistencia no se realizan ni desarrollan al margen de la experiencia humana, deberíamos tanto preguntar por aquellas situaciones que a lo largo de la historia han aparecido como intrínsecamente esperanzadoras, como cuestionar las que no. Por caso: ¿hasta dónde, que hoy todo sea igual y uniforme, y vivamos en un continuo ´me gusta` algorítmico, autorreferencial y autocomplaciente, sin presencia de ´otros` realmente otros, no constituye el primer inhabilitador para la espera y la resistencia al reducir a casi cero nuestras posibilidades reales de experimentar y nuestra fortaleza?
¿Por dónde intentarlo? Necesitamos urgentemente ejercitarnos en la contención y la austeridad. La material quizá sea la más evidente, pero no se quedan atrás ni la intelectual, ni la emocional…

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sábado, 9 de mayo de 2020

´Cuidarnos` y ´cuidar` en tiempos de confinamiento (III)


Narcisos en la desescalada.

En estos días de confinamiento y ahora desescalada, venimos intentando reflexionar desde lo que llamamos el ámbito de lo íntimo, desde la soledad y el silencio, pero no por contraposición a lo exterior o público, sino porque solo lo acrisolado en la sana interioridad tendrá sana proyección hacia fuera -o espiritual- después. Tampoco es que neguemos la incidencia de lo que por fuera, y contra nosotros mismos muchas veces, actúa configurándonos. Es cierto que nos hacemos en sociedad, pero también lo es, aunque claro que muchísimo más arduo de encarnar, que lo social se desarrolla, se asienta en lo personal; de donde la necesidad de, sosteniendo la tensión, empezar la casa por los cimientos.

Dos aspectos: interioridad y espiritualidad, interconectados. De hecho, no nos referimos al primero en términos de autoconciencia que se realiza indefinida y autorreferencialmente, como si se tratase de Narciso mirando su propio reflejo una y otra vez hasta ahogarse en el fondo del agua. Pero asimismo tampoco hablamos de espiritualidad en el sentido restrictivo (confesional o religioso) habitual, sino en el que originalmente tuvo en tanto capacidad y dinamismo anímico, plenamente humano, de apertura a lo distinto de uno mismo.

La auténtica interioridad necesariamente tiene que preguntarse por su relación con lo otro, sea este el vecino de enfrente, el compañero sentimental, el estilo de vida por el que se ha optado, o el mismísimo Dios, le llamemos como le llamemos. Interioridad y espiritualidad se reclaman, requieren conectarse entre sí. El ¿qué es lo que hay? y el ¿hacia dónde lo oriento? se verifican y validan en la mutua tensión y encuentro. En términos de ´sanidad integral` se necesitan, separarlas ha sido y sigue siendo deshumanizante. ¿Pero estamos libres de que las cosas sigan igual?

Por eso, al ensayar cierta reflexión acerca de lo que la actual situación pudiera dejarnos como aprendizaje, nos reafirmamos en lo anterior en tanto que mayoritariamente es el contexto, el marco de inadecuación personal -y social- en el que la COVID-19 nos ha pillado. Reconozcámoslo, es evidente que nuestro estilo de vida viene transitando desde hace tiempo por senderos que han preferido o caído en la trampa de la deshumanización antes aludida.


Por ello, ni miremos hacia otro lado, ni neguemos las preguntas adecuadas… la experiencia de ´muerte absoluta` que está siendo el estado de pandemia y su situarnos en la máxima incerteza, de donde los consabidos miedos, ha roto el espejo de autoreferencias y seguridades en el que como Narcisos nos contemplábamos. Ha venido a decirnos: -seguiréis en apuros mientras no resolváis vuestro desajuste entre ´medios` y ´fines`. Medios y fines que quizá sean la mejor reformulación de la tensión interioridad espiritualidad, la mejor prueba de que una interioridad en términos narcisistas es pura trampa, lo mismo que una espiritualidad en término de fuerzas cósmicas o sexualidad angélica.

Pero hay más. Suponiendo que aceptemos ser devueltos a lo inevitable y realísimo de lo otro/Otro, la sanidad y riqueza del encuentro con él dependerá de la disposición y voluntad a ir más allá del umbral del control y el mero uso, la gestión y la instrumentalización. En otros términos: ¿de qué nos servía tratar la alarma sanitaria y todas sus derivadas solo en la perspectiva del que apaga incendios, sin ver que habría que recuperar el sentido y valor del cuidado del bosque? Y esto del sentido y el valor, del ¿hacia dónde oriento lo que hay?, es en lo que personal y socialmente somos profundamente deficitarios. Aquí es donde, difícil y dolorosamente nos la jugamos, donde determinadas cuestiones y aspiraciones, precisamente aquellas sobre las que se ha armado el buque que ahora ha naufragado, el espejo que se ha astillado, requieren ser repensadas, resignificadas.


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