domingo, 23 de agosto de 2020

´Nueva normalidad` y ´cebollas de Egipto` (II)

Hace apenas una semana, en esta ya larga pero también necesaria reflexión COVID-19, decíamos que frente al vapuleo sanitario, económico y anímico relacional al que nos está y seguirá sometiendo la actual pandemia, poco se han movido las tornas respecto a buscar soluciones de luces largas, es decir, capaces de afrontar el presente y el futuro más allá de la simple gestión u oportunidad. De ahí nuestra alusión, alarmada, a las ´cebollas de Egipto`, al alimento seguro que como esclavos tenían los israelitas bíblicos en el país de los faraones, pero que tras su liberación perdieron, volviendo entonces a añorar y reclamar en la línea de lo que reza el dicho: ´mejor malo conocido, que bueno por conocer`.    

Un comportamiento viejo y casi de manual. Tentación social y personal inevitable cuando el riesgo, el límite y la frustración, por un lado u otro irrumpen en la vida. Imaginaos el efecto, si dichas experiencias apareciesen simultánea e inusitadamente. Pues ¡´colapso`! Precisamente la situación en la que estamos y que difícilmente mejorará si persistimos en retroalimentar, aunque maquilladamente, los mitos que de una u otra manera han apuntalado gran parte del desarrollo de los últimos siglos en nuestro planeta. Nos referimos a la inmunidad sanitaria, el crecimiento económico ilimitado y la realización individual a toda costa, hilos de una urdimbre que pretendiendo vivir, entre otras cosas, de espaldas a la inevitabilidad del riesgo, el límite y la frustración nos han casi inhabilitado para vivir una vida más auténticamente humana.

Estamos ante una encrucijada colectiva e individual, donde la construcción y el ejercicio de aquellas responsabilidades que se suponen podrían sacarnos del atolladero, no pueden dirigirse unilateralmente hacia un extremo u otro. O hacia el de unos estructuralmente débiles sistemas de gobernanza, o hacia el de unas distraídas o negligentes conductas individuales. Por dotarnos de una regla que permita cierto análisis, desde una lectura filosófica de tipo existencial-espiritual como la nuestra, podríamos decir que cada vez que caemos en la anterior dinámica lo que estamos haciendo es volver sobre los pasos de la seguridad de la esclavitud en lugar de aventurarnos tras los pasos riesgosos de la libertad.

Pública y privadamente, en sus diferentes grados y complejidades, necesitamos ante todo reconectar con el riesgo, el límite y la frustración, luego asumirlos desde un sano ejercicio de racionalidad y voluntad, y finalmente, gestionarlos desde las claves de un proyecto existencial con sentido, no del oportunismo coyuntural de lo que ´ahora convenga` al Estado, el partido o la oposición, pero tampoco a la entidad, el grupo o la pequeña familia. Necesitamos ejercicios grandes, sociales e individuales, de libertad y bondad. En el desierto, todos necesitamos desterrar nuestras mitificaciones, precisamente las que enmascaran nuestros miedos al riesgo, el límite y la frustración.

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domingo, 16 de agosto de 2020

´Nueva normalidad` y ´cebollas de Egipto` (I)

El estado generalizado de pandemia decretado en marzo, como si una y otra vez necesitásemos señalar en el calendario los inicios de aquellos fracasos colectivos de difícil causalidad, ha venido a evidenciar la interdependencia de gran parte de esos aspectos naturales y culturales que, por configurar sin más nuestro día a día, podemos llegar a creer inamovibles. Nos referimos, entre otros, a la salud y la lucha por la supervivencia, el trabajo y la trabazón económico-financiera que lo circunda y a las relaciones humanas y el juego auténtico y figurado de las mismas. Que estos aspectos están interconectados no es ninguna novedad; a la crisis sanitaria seguirá -o sigue ya- la económico-social y con ésta, sabemos que la puerta a la crisis intra e interpersonal está más que abierta. Sin embargo, sí parece que fuera nuevo que dichas dependencia y conectividad no tienen por qué ser inmutables, como si de principios sagrados se tratase.

De hecho, tras la ilusión que del azote más duro de la COVID-19 emergeríamos diferentes y mejores, tenemos que superada la angustia de las curvas de la muerte hemos vuelto a las dinámicas del precipicio y de las luces cortas respecto al ahora y después pandémico. Resultado: en la nueva normalidad se da la paradoja de querer revivir los viejos paradigmas de la inmunidad sanitaria, el crecimiento económico ilimitado y la realización individual a toda costa. Es decir, la paradoja de no querer asumir la novedad de la que indirectamente habla el Coronavirus: que la dependencia y la conectividad con que hemos diseñado nuestra vida ni son una bendición ni una maldición, pero sí un modelo que necesita y merece ser revisado en su raíz y sentido. Tarea para lo cual urge adquirir visión de conjunto a la hora de los diagnósticos, desarrollar una prospectiva de luces largas, y lo más importante, dotar a todo ello de un atractivo, suficiente y renovado sentido existencial, aún a riesgo de los costes que pueda suponer -y siempre supondrá- entrar en el desierto que quizá pueda desembocar en la tierra prometida. Aunque ya sabemos, por proseguir con la imagen bíblica del éxodo israelí (Ex 3, 8), que sí ésta manó leche y miel fue a cambio de sangre y sudor.

En otros términos, necesitamos dotarnos de un nuevo paradigma existencial, de un vertebrador de sentido capaz de apuntalar los aspectos que la COVID-19 está vapuleando con más virulencia: la salud, la economía, las relaciones, pero no desde las soluciones instrumentales del talento y las aptitudes, sino desde las que van a la raíz de la vida individual y colectiva, desde el talante y las actitudes. Cierto que los pragmatistas de turno dirán a los filósofos de siempre que esto es estupidez angelical, de hecho, ya no se recurre ni presta atención a la voz de los sabios como cuando al principio de la pandemia estos parecían recuperar cierta autoridad frente a los tecnócratas. Pero así andamos… Las tornas apenas se han movido y la nueva normalidad parece no poder escapar del alimento eterno -como las cebollas de Egipto (Nm 11, 4-5)- de las mitificaciones que en parte nos han traído a este callejón. 

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