Hablar del cuidado de sí supone recordar -siguiendo a Hadot y
Foucault- que estamos moviéndonos en aquel terreno donde la ética toca con la
estética. Ello en el sentido de que si bien el ´cuidado de sí` se refiere al
conjunto de actitudes y prácticas mediante las cuales podemos establecer cierta
relación con nosotros mismos (y en dicha relación constituirnos en sujetos de
nuestras propias acciones) nunca dicho conjunto puede prescindir del cuidado de
los otros. Dicho esto, en nuestra aproximación al ´cuidado de sí`, en lo que va de las postrimerías del siglo XIX a hoy, hemos podido determinar:
1º- Que Marx,
Nietzsche y Freud vinieron a develar, no tanto lo interesado de las ilusiones
modernas, como sí la posibilidad de resignificar el sentido de las mismas. Que
más que a dar un nuevo y mejor sentido a las cosas, nos han invitado a
hacer nosotros lo mismo que ellos: a sospechar e interpretar. A poner en cuestión los ideales ilustrados del orden burgués, la búsqueda de la verdad y la felicidad y la construcción
del sujeto. Sin embargo, más que destacar el aspecto destructivo de su crítica
a las ilusiones políticas, éticas y de conciencia, habría que decir que su
intención fue sobre todo aportar una forma nueva de interpretar el sentido de
los ordenamientos anteriores.
2º- También, que
esas sospechas-espejo (como mares de tinta borgeanos) contendrían las mil
formas de las heridas del mundo, las mil formas de nuestras heridas. Las
heridas desde donde reescribirnos y releernos en un proceso sin fin… Sin
embargo, sin dejar de ser importante tener en cuenta los variados niveles de
receptividad y rechazo que uno y otro maestro cosecharon, a nuestros fines
interesa otra cuestión: ¿hasta dónde sus sospechas habrían incidido o no, en el
diseño o creación de lo que Hadot y Foucault llamarán ´ejercicios espirituales`
o ´tecnologías del yo`? En efecto, recordando que dichos ejercicios o
tecnologías tienen que ver con aquellas acciones que ´permiten a los individuos
efectuar (...) cierto número de
operaciones sobre su cuerpo y su alma, (...) obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de
alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad` [Foucault, 1989], nuestro interrogante sería el siguiente: ¿hasta dónde el
materialismo económico (Marx), la dominación moral (Nietzsche) y el
inconsciente dinámico, expresado en el deseo sexual, la frustración y la
agresividad (Freud) han condicionado la generación de mecanismos para el
cuidado personal y social? O lo que es lo mismo, ¿han incidido en el
surgimiento de actitudes y herramientas capaces de ir en la línea de lo que las
´tres sospechas` marcarían como las falsas razones a desenmascarar? Al día de hoy, afirmamos que la utilidad de aquellas sospechas no alcanzaría para posibilitar un ´cuidado de sí` en términos de interioridad.
Pero si a esto agregamos que la Modernidad finiquitada por las dos Guerras Mundiales del siglo pasado, es toda ella un periplo de anti-cuidado; un camino por el desierto donde cabe revisar sí es parte de nuestra naturaleza ser desiertos, o habría algo de oasis en nosotros, debemos volver a preguntar: ¿qué antropología o idea de hombre-mujer supone o exige el ´cuidado de sí`?...
En breve, continuamos.
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