martes, 22 de agosto de 2017

´Cuidado de sí`: Desde la sospecha a nuestros días (IV)

Decíamos hace tiempo, que volver sobre la pregunta acerca de ¿qué antropología o idea de hombre-mujer supondría un adecuado ´cuidado de sí`? exige dos cosas. Primero: que contra el peso de los grandes sistemas de interpretación y construcción del sujeto, tanto los idealistas como los materialistas, tendremos que apostar por una comprensión de pequeño formato. Segundo: que ya dentro de dicha comprensión, habremos de prestar atención a la tensión existente entre lo individual y lo colectivo, entre la propia identidad y el encuentro con el otro.

Sobre las razones de lo primero, o lo que no es más que  evitar el ´sueño antropológico` [Daniel Innerarity, Modernidad y Posmodernidad, 2014] de determinar la esencia de lo humano, no cabe abundar en argumentos; basta con recordar la advertencia nietzscheana de oponer a todas estas formas de reflexión, una risa filosófica... Sobre lo segundo en cambio, sí convendría detenerse. ¿Por qué? Pues porque quizá el mayor problema de nuestros actuales procesos de construcción del sujeto sea haber pasado del desarrollo de la consciencia personal y social al de solo una consciencia clausurada sobre sí misma, con todo lo que ello implica.

En efecto, como diría Gilles Lipovetsky [La era del vacío, 1986], el narcisismo posmoderno no es la bancarrota del sistema capitalista tardío, sino su triunfo, el producto de sus variables sistémicas: la industria cultural, la psicopatologización social, la sociedad de la información, la caída de las grandes ideologías y sus falaces reconversiones, etc. Variables que han venido a determinar que las en principio buenas autonomía y autorrealización se hayan pervertido e inclinado hacia el lado de una mera autoconsciencia sin sentido de alteridad.

¿Qué quiere decir esto? Fundamentalmente que hoy en día, los procesos de subjetivación o personalización son más que nunca unidireccionales, apuntando principalmente a la relación con el propio Yo, no con el otro/Otro. Con lo cual cabe preguntarse por aquello que ha erosionado y sigue erosionando los diferentes modos de la alteridad, es decir, las formas del respeto y el encuentro con el otro/Otro en tanto contenidos de verdad irrenunciables de lo que debe ser una saludable subjetivación. Al respecto, Lipovetsky señala hacia dos cuestiones:

a) por un lado, al impulso igualitario propio de nuestras sociedades democráticas. Una tendencia que como sabemos consiste en reducir todo lo que fisura la alteridad social o la diferencia entre los seres, por la institución de lo correcto, de una similitud que por ser independiente de los datos visibles es poco realista. Con lo cual, la alteridad como tratamiento de lo que en sí es la diferencia, es forzada a sostenerse sobre un principio que precisamente es su contrario.

b) por otro, sustituida la alteridad por la similitud, los propios procesos de personalización devienen en desubstancialización del Yo, en dinámicas existenciales y espirituales que por cojas, dejan que el desarrollo personal sea secuestrado por las propuestas psi del bienestar. De este modo, la sensibilidad política y social de otros momentos da paso a una nueva sensibilidad, la de la self-examination constante. Identificados de una vez por todas con el homo psicologicus, solo queda trabajar por la liberación del Yo.

Resultados: construida la identidad sobre una idea negativa de diferencia, la relación con el otro/Otro termina por desertizarse o fragmentarse, los evitamos, o en el mejor de los casos, mantenemos un campo reducido de otros: los iguales del mismo colectivo. De este modo, las grandes construcciones políticas y sociales de la otrora Modernidad pierden su poder de encantamiento, encastillándose. Pero lo peor, circularmente y retroalimentando el proceso, los sujetos se definen, construyen y viven aisladamente. La autonomía en principio buena, se ha echado a perder por efecto de la ausencia de aquella franqueza ética y estética, social e individual que los antiguos supieron poner en práctica.


Recuperar esta sabiduría será clave si realmente queremos vivir el ´cuidado de sí` más allá de las
seducciones reductivas del bienestar, pues solo en la vivencia de la tensión y paradoja del ´cuidarnos y cuidar` es viable ejercer lo mejor de nuestra condición humana: la libertad.


Libertad como autoposesión, pero también como capacidad de entrega a un otro/Otro si no queremos caer en la esclavitud de una libertad no liberada de nosotros mismos...

Sobre este trasfondo, en breve, nuestras conclusiones.
Mientras tanto, déjanos tu comentario o ponte en contacto con nosotros:
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616 02 38 22

domingo, 18 de junio de 2017

´Cuidado de sí`: Desde la sospecha a nuestros días (III)

Hablar del ´cuidado de sí` supone movernos en el terreno donde la ética toca con la estética; algo que no siempre, particularmente en Occidente, hemos sabido hacer. En efecto, el cuidado de sí` es toda una estética de la libertad reflexiva sobre la propia subjetividad, pero no para olvidarse de los otros, sino para volver -éticamente- a los mismos. Se trata de una actitud para con nosotros, pero también para con los demás y con el mundo.

Pues bien, en nuestro largo recorrido acerca de cómo la cuestión se trató o ignoró a partir de la constitución de unos concretos contextos históricos sociales, especialmente desde finales del siglo XIX en adelante, hemos podido precisar, a partir de la propia elaboración de la filosofía y el pensamiento social, algunas determinaciones.

1º que Marx, Nietzsche y Freud vinieron a develar, no tanto lo interesado de las ilusiones modernas del orden burgués, la búsqueda de la verdad y la felicidad y la construcción del sujeto, como sí la posibilidad de resignificar el sentido de las mismas.

2º que dichas sospechas, como espejos que contendrían las mil formas de las heridas de nosotros mismos y el mundo, no alcanzarían a suscitar un ´cuidado de sí` capaz de asumir lo que hoy comprendemos por interioridad, en tanto construcción y captación integral del propio sujeto.

3º que el actual encuentro Oriente - Occidente, deberíamos comprenderlo por debajo de sus aspectos más instrumentales; asumiendo que aún resta mucho trabajo respecto al enajenamiento que Occidente construyó en torno a Oriente y las trabas conceptuales que persisten entre uno y otro mundo.

4º qué teniendo en cuenta que la Modernidad finiquitada por las dos Guerras Mundiales es toda ella un periplo de anti-cuidado, volver sobre la pregunta acerca de ¿qué antropología o idea de hombre-mujer supone el ´cuidado de sí`? exige fundamentalmente dos cosas. Primero: que contra el peso de los grandes sistemas de interpretación y construcción del sujeto, tanto los idealistas como los materialistas, tendríamos que apostar por una comprensión de lo individual y colectivo modesta, de pequeño formato diríamos. Segundo: que ya dentro de esta concepción, deberíamos reasegurar las tensiones individual-colectivo, identidad-otredad…

Sobre este trasfondo, en breve, nuestras conclusiones.
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martes, 23 de mayo de 2017

´Cuidado de sí`: Desde la sospecha a nuestros días (II)

Hablar del cuidado de sí supone recordar -siguiendo a Hadot y Foucault- que estamos moviéndonos en aquel terreno donde la ética toca con la estética. Ello en el sentido de que si bien el ´cuidado de sí` se refiere al conjunto de actitudes y prácticas mediante las cuales podemos establecer cierta relación con nosotros mismos (y en dicha relación constituirnos en sujetos de nuestras propias acciones) nunca dicho conjunto puede prescindir del cuidado de los otros. Dicho esto, en nuestra aproximación al ´cuidado de sí`, en lo que va de las postrimerías del siglo XIX a hoy, hemos podido determinar: 

           1º- Que Marx, Nietzsche y Freud vinieron a develar, no tanto lo interesado de las ilusiones modernas, como sí la posibilidad de resignificar el sentido de las mismas. Que más que a dar un nuevo y mejor sentido a las cosas, nos han invitado a hacer nosotros lo mismo que ellos: a sospechar e interpretar. A poner en cuestión los ideales ilustrados del orden burgués, la búsqueda de la verdad y la felicidad y la construcción del sujeto. Sin embargo, más que destacar el aspecto destructivo de su crítica a las ilusiones políticas, éticas y de conciencia, habría que decir que su intención fue sobre todo aportar una forma nueva de interpretar el sentido de los ordenamientos anteriores.

            2º- También, que esas sospechas-espejo (como mares de tinta borgeanos) contendrían las mil formas de las heridas del mundo, las mil formas de nuestras heridas. Las heridas desde donde reescribirnos y releernos en un proceso sin fin… Sin embargo, sin dejar de ser importante tener en cuenta los variados niveles de receptividad y rechazo que uno y otro maestro cosecharon, a nuestros fines interesa otra cuestión: ¿hasta dónde sus sospechas habrían incidido o no, en el diseño o creación de lo que Hadot y Foucault llamarán ´ejercicios espirituales` o ´tecnologías del yo`? En efecto, recordando que dichos ejercicios o tecnologías tienen que ver con aquellas acciones que ´permiten a los individuos efectuar (...) cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma,  (...) obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad` [Foucault, 1989], nuestro interrogante sería el siguiente: ¿hasta dónde el materialismo económico (Marx), la dominación moral (Nietzsche) y el inconsciente dinámico, expresado en el deseo sexual, la frustración y la agresividad (Freud) han condicionado la generación de mecanismos para el cuidado personal y social? O lo que es lo mismo, ¿han incidido en el surgimiento de actitudes y herramientas capaces de ir en la línea de lo que las ´tres sospechas` marcarían como las falsas razones a desenmascarar? Al día de hoy, afirmamos que la utilidad de aquellas sospechas no alcanzaría para posibilitar un ´cuidado de sí` en términos de interioridad. 


Pero si a esto agregamos que la Modernidad finiquitada por las dos Guerras Mundiales del siglo pasado, es toda ella un periplo de anti-cuidado; un camino por el desierto donde cabe revisar sí es parte de nuestra naturaleza ser desiertos, o habría algo de oasis en nosotros, debemos volver a preguntar: ¿qué antropología o idea de hombre-mujer supone o exige el ´cuidado de sí`?...

En breve, continuamos.
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viernes, 21 de abril de 2017

´Cuidado de sí`: Desde la sospecha a nuestros días (I)

Hace tiempo, decíamos que desde diferentes frentes, Marx, Nietzsche y Freud vinieron a develar la posibilidad de resignificar el sentido de las ilusiones modernas. Nos invitaban así, a realizar lo que ellos: sospechar e interpretar. Dos desafíos que deberían vertebrar cualquier planteamiento acerca del ´cuidado de sí`, sobre todo cuando este parece que vuelve a querer ser captado por las fuerzas del mercado. De hecho no es casual que se venda y compre bienestar emocional por doquier, y paralelamente no se fomente el pensamiento crítico.

Con todo, cabe que nos preguntemos hasta dónde la ´liberación` de la dominación económica, la esclavitud del pensamiento y la moral, y la represión sexual -tipificaciones que respectivamente nuestros maestros de la sospecha enunciaron como las causas del desarrollo anómalo de la racionalidad- han ayudado realmente a la comprensión posterior de la subjetividad, en nuestros términos, al ´cuidado de sí`. No porque dichas tipificaciones no hayan hecho nada al respecto, pero sí por hacernos conscientes de lo que aún queda por hacer.

En efecto, entretejiendo las aportaciones de los tres, tenemos que los condicionamientos histórico-sociales, morales y psíquicos ejercidos sobre la libertad de sujetos y sociedad, harían perder a la conciencia su pretendido carácter regulador. Consecuencias: por un lado, patentizar la necesidad de reconsiderar la noción de interpretación en tanto relación de la conciencia con el sentido objetivo de las cosas. Por otro, extender la sospecha al lenguaje. ¿Por qué? Pues porque este nunca dice lo que en el fondo las cosas son… de hecho estas pueden comunicar más allá de lo acordado, a través de nuevos lenguajes o símbolos.

Berni, Antonio - Desocupados (1934)

Por eso podemos decir que Marx no se limitó a interpretar la sociedad burguesa, sino la interpretación burguesa de la sociedad; que Nietzsche no interpretó la moral de Occidente, sino el discurso que Occidente ha hecho de la moral, y que Freud no interpretó el sueño de sus pacientes, sino el relato que sus pacientes hacían de sus sueños. ¿Qué quiere decir esto? Pues que el discurso burgués sobre la sociedad, el discurso occidental sobre la moral y el discurso del paciente sobre sí son en sí mismos interpretaciones, no meros objetos complicados a descifrar…

En breve, continuamos. 
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