Hace una semana, al plantear un
posible diálogo acerca de la recuperación del confiar, interconectábamos dos observaciones. Una, aludía al hecho
de que la confianza es tan íntimamente nuestra, que aún en el caso de la
creencia religiosa-filosófica, científica o ideológica, ninguna puede por sí
misma anular totalmente la decisión de fiarnos o no. Así las cosas, aunque en la
tendencia cultural y tiempo que vivimos, la confianza cotice a la baja, siempre
habrá margen para dicho acto de voluntad. Tocará revisar entonces, dónde el engranaje interno del confiar se
ha descompuesto, tornándose para muchos en una quimera, para otros en un
malhadado engaño.
La segunda observación,
supuesta la decisión de recuperar confianza y confiar, dependerá inicialmente de algo difícil, la actitud cordial que
seamos capaces de recrear. En otras palabras, de nuestra relación con la
libertad y la bondad, con el darlas y recibirlas; con el orientar nuestro paso de voluntad, ´intranquilo` y ´siempre titubeante` como dice Marion Muller-Colard [La intranquilidad. 2020] hacia un otro, hacia encuentros auténticamente humanos. Pero colateralmente, dependerá también de la posibilidad de cambiar
mentalmente. Es decir, del revisar la validez de muchos de nuestros esquemas
mentales, en particular de aquellos que larvadamente nos han ido inhabilitando
para lo anterior: la alteridad.
La confianza, como la caridad, comienza por casa
Por tanto, la recuperación de nuestro
maltrecho fiarnos de un otro, individual-personal o colectivo-social, deberá comenzar como reza el dicho acerca de la caridad: por casa. Para
ubicarnos experiencial y reflexivamente frente a la cuestión, partir de la
propia memoria será sin duda el mejor camino. Recordemos por un momento, el
lejano asirnos a la mano de nuestra madre o padre, abuelos o primeros maestros
ante cualquier situación desconocida. O ya más crecidos, los abrazos y caricias
ante el menor peligro y los primeros atisbos de ansiedad.
Hecho el ejercicio, constatamos
que esa confianza puede también haber estado ausente. O que fue herida, o
malograda en el peor de los casos, o que simplemente fue desdibujándose.
Situaciones evidentemente no queridas, pero en parte olvidadas, menguadas o
incluso justificadas debido precisamente a la necesidad-posibilidad de volver a confiar a pesar de todo; de resistirnos a tener que vivir sin ningún
margen de seguridad.
Como el respirar, vivimos porque confiamos
Tras este recuerdo, en un primer
sentido o nivel de análisis, el confiar nos remite a una especie de mecanismo
difuso sí, pero a la vez tan real como el mismo respirar. Por eso podríamos decir
que, así como el inspirar y el espirar son propios de la vida biológica, el
confiar: el asirnos a una mano, el regalar un abrazo o el fiarnos de alguien o
algo, son parte de nuestro desarrollo psicológico, existencial y espiritual. En
este sentido: confiamos para vivir y
hacer vivible la vida. Vivimos porque confiamos.
Afinando el lápiz, digamos que confiar consiste en dar crédito a la
presencia, la palabra o el gesto de otro, más allá de cualquier
comprobación inmediata. Supone la decisión de vivir positivamente, en medio de
la no-seguridad y el no-control, desde las claves que dichas presencia, palabra
o gesto hayan provocado en nosotros. Supone ´admitir` y ´permitir` que por
fuera de mí haya alguien o algo capaz de allegarse, acercarse… como dice Josep
M. Esquirol [La penúltima bondad. 2018].
Y entonces, venciendo resistencias y cerrazones, ´consentir`.
La confianza, se enraíza por lo tanto más en la vulnerabilidad que ontológicamente nos caracteriza que en la provisión de certezas absolutas que ese otro -otro de la naturaleza que sea- pudiera brindarnos. Es un movimiento que parte siempre de nosotros, de ahí que simultáneamente toque con los engranajes de la libertad y la bondad, sobre todo, con la intensidad, compromiso y asumida dosis de intranquila aventura, con que vivamos cada una de estas. Se trata, en el fondo, de revisar con qué mirada queremos vivir la propia vida… corta y exterior, larga e interior… ¿Desde dónde pretenden movernos? ¿Desde dónde nos movemos?
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Interesante. Me surge la duda de cuál es la lectura política de todo esto, en especial de quieres confían en charlatanes como Trump.
ResponderEliminarLa confianza me genera sentimientos dolorosos, porque tiene algo de desesperación, que salga el tiro por donde sea. También hay algo de esperanza, pero de un calibre que me parece bastante indigno.
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