sábado, 13 de febrero de 2016

El ´cuidado de sí`. Su deriva antigua y medieval (I)

Decíamos hace poco, que los ejercicios y temáticas espirituales con que las escuelas filosóficas de la Antigüedad tardía buscaron el cuidado y la transformación personal, pueden circunscribirse a tres aprendizajes [Hadot]. Tres apuestas vinculadas, decíamos también, a un sentido de interioridad integral que iba desde el plano subjetivo al ético [Foucault]. Ya a través del replanteamiento no tanto de lo que la vida pudiera ser, sino de cómo mejor vivirla; de donde el encauzamiento de las pasiones. Del diálogo como práctica de autobservación crítica y contrastada, es decir como camino de autoaceptación ante la propia imperfección. Y finalmente, desde el reflexionar sobre la propia muerte. Muerte que en una cultura ajena a la idea de eternidad, está más asociada a las conocidas e intuidas potencialidades del intelecto (de ahí la eventualidad de la no mortalidad de este) que a la certeza de la sobrevida personal tras la muerte.

Con esto se encontró el cristianismo. Y aunque sería necesario analizar, para entender su final implantación hasta en los confines del Orbe Imperial, los elementos internos y externos que coadyuvaron a su paradójico desarrollo, vamos a detenernos, sumariamente, en los estrictamente vinculados con la evolución del autocuidado. Tenemos entonces, que el planteamiento helenista recibió por parte del credo naciente, no tanto una resolución clara acerca de lo que la vida de suyo fuera, sino una cierta precisión acerca de cómo vivirla y lo que ello supondría (en tanto retribución prometida y cumplida en Cristo) tras la muerte. De este modo, la bondad como acción humana ahora mandada y la vida eterna como premio a lo anterior, determinaron -en medio de un contexto general de incertidumbre vital y espiritual- el punto hacia el cual viraron las herramientas del yo de las prácticas filosóficas. 


Así, vida y muerte seguirán siendo, por entendernos, el terreno desde donde aprender a autocuidarse. Pero ahora, a diferencia de griegos y romanos, el amor a desplegar en la vida, no será respecto a la sabiduría, sino respecto a la bondad, a las buenas acciones. Y la actitud a fomentar ante la muerte -dada la contundencia de la verdad cristiana de una vida individual imperecedera en el más allá- no será ya la de lograr la inmortalidad terrena, la del pensamiento. ¿Para qué, ante la anterior promesa? Sentido y fin del autocuidado por tanto se trastocan. La ansiada sabiduría pagana, solo asequible en la vida solitaria de unos pocos: los filósofos, es reemplazada por una acción humana ideal: la de la bondad, dudosa muchas veces, pero más generalizable [Arendt]. De hecho, para los cristianos es en la soledad que se abre a Dios donde deberán resolver aquello de ´que su mano izquierda no sepa lo hecho con la derecha`. Los elementos para huir de lo público están servidos, la fuga mundi a la vuelta de la esquina… Pero con esto, continuamos en breve.

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. TEMA INTERESANTE PARA REFLEXIONAR Y PONER EN ACCIONES.
    gracias SERGIO LÓPEZ CASTRO

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  3. Venga, anímate y comparte con nosotros algo de tu reflexión...

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