martes, 19 de enero de 2016

El ´cuidado de sí`. Ejercicios para el alma. ¿Algo nuevo bajo el sol?

La filosofía es, en la Antigüedad, práctica de ejercicios espirituales. De ejercicios para el alma en tanto ´askesis` o ´ascesis`. Pero no desde el sentido cristiano y moderno del término; sentido por el cual este es vinculado a abstinencias y restricciones, sino desde el que lo liga a la actividad interior, ya del pensamiento, ya de la voluntad. Actividad integralmente anímica, ni intelectualista, ni voluntarista.
Tal es el caso de la propuesta de escuelas como la platónica, la estoica, la cínica, la epicúrea y más tardíamente, la neoplatónica. Escuelas en las que ejercicios y temáticas espirituales estuvieron siempre vinculadas a la transformación personal a través de la constitución -por medio de dichos ejercicios- de una más auténtica naturaleza humana.
Situándose por tanto dicha actividad filosófica, no en la dimensión del conocimiento, sino en la del ´yo profundo` y el ´ser`, apostó siempre -más allá de lógicos matices- por tres claros aprendizajes.
      1) El vinculado a la vida en cuanto cambio en las maneras de ver y de ser individuales. Convencidos los antiguos del perturbador papel de la ´pasiones` y el ´deseo` a la hora de hacernos más o menos objetivamente con la realidad, se entienden su insistencias. Crear y practicar, con métodos y herramientas, la transformación por la cual pasar de una ´visión humana` de lo real, visión en la cual todo depende de las pasiones y el deseo, a otra ´visión natural`. Visión en la que cada acontecimiento es situado en la perspectiva de la naturaleza universal.
      2) El relacionado con el diálogo. Diálogo en el que la cuestión a ventilar no será la ´de qué se habla`, sino la ´de aquel que habla`. Por ende, práctica interior, pero compartida, por la cual reconociéndose los individuos en su ser esencial y en su consciencia moral, aceptábanse como no-sabios, simplemente en camino hacia la sabiduría.
      3) Por último, el aprendizaje sobre la propia muerte. Muerte que en una cultura ajena a la idea judeo-cristiana de eternidad, es en realidad replanteamiento acerca del sentido último de la vida. Colofón en última instancia, a todo el trabajo anterior sobre las pasiones y la interioridad. De ahí, la relación directa entre el dar muerte a la individualidad pulsional y el contemplar las cosas desde la perspectiva de la universalidad y la objetividad. Una perspectiva solo alcanzable merced a la eventual no mortalidad del intelecto. 

Tres aprendizajes, tres perspectivas, sobre todo la tercera, que constituirán el quicio por donde pronto entrarán las novedades que el cristianismo aportará al ´cuidado de sí`...

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