viernes, 7 de agosto de 2015

El hombre y los retos de lo interpersonal (I)

En nuestro mundo, caracterizado por el avance de la complejidad, la masificación y la massmediatización, en el que no han desaparecido la violencia, la competitividad, la xenofobia y las vejaciones de siempre, el reto del encuentro interpersonal sigue siendo ineludible a la hora de pensar lo humano. Sobre todo cuando si bien avanzamos hacia una creciente intercomunicación, no es menos cierto que el individualismo de las sociedades llamadas desarrolladas en muchas ocasiones dificulta u opaca los retos de lo relacional. De ahí que la orientación que demos a estos dinamismos, sea decisiva a la hora de potenciarnos o de alienarnos individual y colectivamente.


¿Por qué? Pues porque más allá de la simple relación entre sujetos, lo interpersonal se constituye en un ´entre` capaz de comprometer a toda la persona. Un ´entre` en el que se alumbra la idea -y se deja orientar la práctica- tanto de la razón dialógica como del encuentro existencial. Así, interpersonalidad e intersubjetividad se complementan. Tanto, que la primera designa un modo de ser de la segunda, plenificándola y concediéndole altura humana y moral, al tiempo que la desborda e incluso inquieta al someterla a exigencias de procedencia y fines diversos. Pero para entender mejor dicha complementariedad, quizá deberíamos ver cómo a nivel experiencial, interpersonalidad e intersubjetividad se proyectan sobre tres niveles: logos, eros y ethos… el de la razón/racionalidad, el del amor/pasión y el de la costumbre/conducta.

Por lo que se refiere al logos, la filosofía ha reconocido que lo intersubjetivo es esencial para constituir el mundo objetivo, para posibilitar la razón comunicativa o dialógica. Lo contrario sería el solipsismo metódico; aquel contra el que hubo de combatir Husserl cuando se acusó a su fenomenología de caer en él. Básicamente, Husserl se esforzó en mostrar cómo a partir de la dinámica trascendental de la empatía, se constituye en la experiencia del ´otro`, un mundo comunicativo del que depende la presencia del ´otro` como alter-ego, al tiempo que este ´otro`, en una relación circular, posibilita la objetividad. Más tarde, con vistas a configurar una racionalidad comunicativa -como exigencia para ampliar el sujeto trascendental kantiano- Apel y Habermas se esforzarán en mostrar las condiciones pragmáticas de una comunidad ideal de diálogo. Por tanto, desde esta perspectiva del logos y de la racionalidad, la tesis de Lévinas según la cual el Otro no sería un escándalo para la razón, sino la primera enseñanza razonable, se torna por completo comprensible…

En breve, continuamos con los otros dos niveles sobre los que la experiencia interpersonal e intersubjetiva se hace real…

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