lunes, 17 de agosto de 2015

El hombre y los retos de lo interpersonal (II)

Hace una semana, abordábamos una difícil cuestión: la de lo interpersonal. Esa especie de necesidad y capacidad asociativa que las personas podemos establecer, sea a corto, mediano o largo plazo. Un dinamismo interrelacional, indisociable de ese otro mundo de cogniciones y consensos compartidos que sabemos es esencial en la formación de la individualidad; hablamos en este caso de la intersubjetividad. Por tanto, dos modos relacionales que se complementan, potencian y desafían decíamos. Y ello a través de tres niveles: el del logos o razón, el del eros o amor/pasión y el del ethos o costumbre/conducta.

Del primero solo recordemos que es lo racional -que no racionalista- de lo intersubjetivo, lo único que posibilita la comunicación y el diálogo con el otro. Pero vayamos ahora a los otros dos niveles. En la cercanía profunda del eros, lo interpersonal se ejemplifica de modo preeminente en la experiencia de la relación ´yo-tú`. Ello desde las características de inmediatez, presencia y reciprocidad que según Buber adjudicamos al encuentro con el ´otro`. Características que para el pensador judío son revalida de lo personal, en tanto relación exclusiva, inobjetiva y metapolítica, por encima de lo individualista y cosificante de la tensión ´yo-ello`. En esta misma línea, Lévinas opondrá a la vieja ontología occidental que, olvidándose de lo humano del ´otro`, solo ha apostado por conocer, poseer y dominar, su ontología deseante del ´rostro del otro`. Otro del que, en y por proximidad, somos indefectiblemente responsables.

Ya en el nivel del ethos, y siguiendo con Lévinas, el acceso verdadero al ´otro` ha de darse como movimiento de trascendencia más allá de la historia, la política y el horizonte mismo del mundo. Movimiento en el que lo ´infinito` del ´otro` y la alteridad sobrepasen a la ´totalidad`. Así, en esa relación alejada del poder del ego-conciencia y de la razón-objetivadora, el ´otro` se torna viuda, huérfano, pobre y extranjero. Prójimo al que es preciso escuchar.

Con claridad meridiana, a partir de la crítica al modelo greco-logo-céntrico y moderno de relación con el ´otro` construido desde un yo demasiado encorsetado sobre sí, interpersonalidad e intersubjetividad emparentan con desafíos inéditos para lo que fue el individuo moderno: cerrado, independiente y dominante. Como hombres y mujeres posmodernos, estamos llamados a desenvolver las virtualidades no siempre fáciles de estos desafíos relacionales. Solo podremos ser personas desde la responsabilidad que asume tanto la vulnerabilidad propia y ajena (eros y ethos), como lo proteico de nuestro estar en el mundo, esto en el sentido de aprender a cambiar de formas y de ideas (logos) respecto a lo real.

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