domingo, 14 de junio de 2015

Filosofía para Ciudadanos: lo bueno, lo correcto y lo conveniente en tiempos de zozobras...

Hace días, frente a la sentida aridez de nuestros sistemas de gobernanza, esos que actualmente tanto nos afectan y ante los cuales a veces sí pareciera que podemos anteponer praxis diferentes a las dictadas por la conveniencia, hablábamos de nuestro papel como ciudadanos. Ello en el sentido de revisar aquellos aspectos donde lo político vuelva a ser -en la práctica responsable de lo individual y lo colectivo- un ´bien capaz de bien` para todos.

Así, frente a la acomodaticia seguridad que puede otorgar el secundar la opinión dominante, la decisión razonable o aparentemente razonable de la razón de estado, tendremos que volver a aquella práctica de la franqueza que tanto valoraban los antiguos griegos. Franqueza capaz de revestir el doble carácter de la virtud privada y la virtud pública, en tanto exigencia atrevida para la libertad personal y colectiva.

No cualquiera decía en la Antigua Grecia -y dice hoy en nuestras modernas democracias- sin disimulo, lo pensado como bueno y correcto. No cualquiera estaba dispuesto -entonces y ahora- a pagar el alto precio de practicar la critica sensata y argumentada en lugar de la adulación obtusa e irracional. Pero pronto, la fuerza de los hechos -los no buenos y los no correctos- dinamitó ese original sentido de la franqueza como servicio al yo y al nosotros. 


Desde entonces estamos obligados a buscar una y otra vez tal ejercicio ético-político, aunque más no sea a través del ejercicio de la representación. Pues como dijera Hannah Arendt tras revisar la experiencia democrática ateniense: ´(entonces) la esfera pública era el único lugar donde los hombres podían mostrar real e invariablemente quienes eran`. A esa esfera debemos volver, para en la misma, desde la franqueza, rescatar la positividad del ¡NO! y el ¡BASTA!

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