jueves, 5 de febrero de 2015

Emociones, sentimientos y no-palabra (II)

En nuestro mundo charlatán, las palabras han perdido su poder de comunicación creativo, es decir, su capacidad de generar comprensiones y situaciones nuevas desde el hecho indispensable de la expresión sopesada y sincera por un lado, y de la escucha y acogida desinteresada por otro. Solo desde estas condiciones (en concreto, las de la dinámica del dia-lógos) podrán recuperar las palabras su capacidad cooperativa de hacer nuevas las cosas. Lo contrario, es lo que las ha terminado desgastando y bastardeando.

De hecho, nuestras palabras suelen basarse en muchas otras motivaciones antes que en comunicar y crear. Reconozcámoslo, la mayoría de las veces estamos más empeñados en convencer, eludir, justificar, dominar, masificar… que en manifestar incondicionadamente y comprender generosamente. De donde también los enredos y los engaños emocionales en que vivimos, dado que precisamente es nuestra verborreica y confusa comprensión de las cosas, nuestra más eficaz fuente de insatisfacción.

De ahí el sentido de nuestro diálogo al relacionar emociones, sentimientos y no-palabra, es decir silencio. Un relacionar que precisamente por su valoración de una razón y un corazón que no pueden prescindir de las palabras en su hacer, ha querido ir a lo que fundamenta y fortalece a las mismas: a su previo, al útero donde son engendradas. ¿Por qué? Pues porque el silencio es lo único que fontalmente contesta a las preguntas que nuestro interior expresa a través de su constante querer saber y de su constante vibrar emocional.

Silencio, pensamiento y emoción son los cómplices generosos y callados de nuestras mejores palabras. Revisemos entonces lo dicho anteriormente: ¿qué sucede cuando el primero de estos está ausente? Claro que la cuestión no pasa por hablar poco o mucho, sino si nuestras palabras inspiran sentimientos y acciones que realmente sean cuidadosas -comunicantes y creadoras- de nosotros mismos y de los demás. En definitiva, si han sido acrisoladas convenientemente.

El silencio, cual casa portátil que llevamos allí donde vayamos, es desde donde salimos al mundo; y a él regresamos cuando las palabras han dado su fruto. A este silencio es al que estamos llamados, pues si bien las palabras seguirán siendo instrumento del presente, solo el silencio puede fecundar el misterio de las palabras del mañana.


2 comentarios:

  1. No cave comentar,sino interiorizar, lo que del silecio y la palabra, aquí se dice.

    ResponderEliminar
  2. Pues me alegro de tu "silencioso comentario" MMBE.
    Un saludo cordial.

    ResponderEliminar