En nuestro mundo charlatán, las palabras han perdido su
poder de comunicación creativo, es decir, su capacidad de generar comprensiones
y situaciones nuevas desde el hecho indispensable de la expresión sopesada y
sincera por un lado, y de la escucha y acogida desinteresada por otro. Solo desde
estas condiciones (en concreto, las de la dinámica del dia-lógos) podrán recuperar las palabras su capacidad cooperativa de
hacer nuevas las cosas. Lo contrario, es lo que las ha terminado desgastando y
bastardeando.
De hecho, nuestras palabras suelen basarse en muchas otras
motivaciones antes que en comunicar y crear. Reconozcámoslo, la mayoría de las
veces estamos más empeñados en convencer, eludir, justificar, dominar,
masificar… que en manifestar incondicionadamente y comprender generosamente. De
donde también los enredos y los engaños emocionales en que vivimos, dado que precisamente
es nuestra verborreica y confusa comprensión de las cosas, nuestra más eficaz fuente
de insatisfacción.
De ahí el sentido de nuestro diálogo al relacionar emociones, sentimientos y no-palabra, es
decir silencio. Un relacionar que precisamente por su valoración de una razón y
un corazón que no pueden prescindir de las palabras en su hacer, ha querido ir
a lo que fundamenta y fortalece a las mismas: a su previo, al útero donde son
engendradas. ¿Por qué? Pues porque el silencio es lo único que fontalmente contesta a las
preguntas que nuestro interior expresa a través de su constante querer saber y de
su constante vibrar emocional.
Silencio, pensamiento y emoción son los cómplices generosos
y callados de nuestras mejores palabras. Revisemos entonces lo dicho
anteriormente: ¿qué sucede cuando el primero de estos está ausente? Claro que
la cuestión no pasa por hablar poco o mucho, sino si nuestras palabras inspiran
sentimientos y acciones que realmente sean cuidadosas -comunicantes y
creadoras- de nosotros mismos y de los demás. En definitiva, si han sido
acrisoladas convenientemente.
El silencio, cual casa portátil que llevamos allí donde vayamos, es desde donde salimos al mundo; y a él regresamos cuando las palabras han dado su fruto. A este silencio es al que estamos llamados, pues si bien las
palabras seguirán siendo instrumento del presente, solo el silencio puede fecundar
el misterio de las palabras del mañana.
No cave comentar,sino interiorizar, lo que del silecio y la palabra, aquí se dice.
ResponderEliminarPues me alegro de tu "silencioso comentario" MMBE.
ResponderEliminarUn saludo cordial.