sábado, 11 de mayo de 2013

Emociones y Razón: felicidad y bienestar (I)

   Después de un breve paréntesis, volvemos sobre nuestro compartir parte de las reflexiones que mes a mes hemos venido haciendo en nuestros Diálogos Filosóficos. Dejadas atrás la soledad y la muerte, nos propusimos repensar la necesaria articulación que, entre unos bienes necesarios para la vida y el propio sentido que de la vida tengamos, debe darse para sentirnos felices o al menos en cierto equilibrio en este mundo y tiempo que nos toca. Al respecto, dos consideraciones nos parecieron fundamentales.
   1º Que históricamente la felicidad se definió en relación a ciertos bienes: la virtud y la sabiduría en el caso de los clásicos o la virtud y la sabiduría encerradas en Dios a partir de la emergencia del cristianismo. Así las cosas, llegados a la Modernidad, si bien habrá un corrimiento respecto a la identificación de la felicidad con el ver a Dios cara a cara, la misma seguirá dependiendo de aquello que la haría posible: por caso, en un extremo, la razón iluminista. Sin embargo -como índice de una perspectiva ya más cercana a nuestra sensibilidad- importa subrayar como Kant terminará por convertirla en un tipo subjetivo de la razón. En otros términos, en un tipo de satisfacción que si bien seguirá permaneciendo ligada a un bien, tendría entidad por si misma. Vemos por tanto como al fin irrumpen unos planteamientos que harán de la felicidad una cuestión también interior o intersubjetiva, no solo dependiente de unos determinados bienes exteriores.
   2º En referencia al bienestar, que éste tiene relación con los estándares de vida devenidos de los valores de la sociedad burguesa y el consecuente desarrollo tecnológico de la misma, específicamente a través del capitalismo. Unos valores y un desarrollo que hoy son aspiración interclasista, de ahí la necesidad de su regulación por parte del Estado. Ahora bien, lo dicho parece suponer y exigir la posibilidad de un replanteamiento. En efecto, derivados dichos estándares de la cultura pequeño y mediano burguesa, habría que ver ¿hasta donde pueden criticarse, superarse o corregirse? Máxime cuando el propio estado de bienestar que los regula y exige, parece entrar en crisis recurrentes cada vez más frecuentes.
   Por lo tanto, de cara a la articulación que nos interesa, habrá que saber conjugar aquello que a lo interior y exterior de nosotros mismos, individual y colectivamente, corresponda aportar tanto a los índices de felicidad como de bienestar a los que aspiremos. Teniendo en cuenta que si bien ambos se solapan en mucho, son ámbitos diferenciados, es decir, ni renunciables ni intercambiables en su especificidad.

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