sábado, 6 de marzo de 2021

Poniendo a punto nuestras confianza, libertad y bondad (VII)

Es un hecho que las interpelaciones que la COVID-19 sigue propagando, evidencian que vivimos en una sociedad con serios déficits respecto a su capacidad de autopercepción y autocomprensión. Es decir, respecto a dar respuesta a: ¿qué somos y qué queremos ser colectivamente? En efecto, en nuestras sociedades (autoconcebidas como desarrolladas y plurales), el engranaje de lo individual y colectivo que les da forma hace tiempo que chirria. Un chirrido detrás del cual pueden leerse interconectados reclamos: desde el de mejorar los niveles de gobernanza hasta el de rehacer el contrato social. Reclamos lúcidos y necesarios todos, pero sin embargo, limitados por esa tendencia cultural, teórica y práctica, que ha terminado por divinizar lo social en detrimento de lo personal.

Nuestros problemas sociales, también exigen respuestas personales

¿Qué queremos decir con esto? Pues que (a riesgo de ser simplistas frente a una cuestión que es sumamente compleja) la significación que pueda revestir la vida humana, o mejor dicho, que decidamos y podamos darle, ha venido a tener en los dos últimos siglos un solo cuadro de referencia: el de la sociedad secular. Evidentemente no apuntamos en contra de los procesos de secularización, alternativa desde los siglos XV y XVI al sistema de cristiandad, pero sí señalamos que dichos procesos, en un punto, se han tornado incapaces de dirigir la mirada hacia -en el interior de sí mismos- el propio hombre. En este sentido, el individualismo moderno y posmoderno, en tanto herejía de la sana individualidad, lo único que hace es alimentar y reforzar el antedicho sobrepeso de lo social.

Por eso, hace unas semanas, advertíamos de no llamarnos a engaño cuando ante los diferentes debates que actualmente nos llevan desde las ´cosas del vivir, comer y relacionarnos` a la necesidad de sanear el entramado de nuestras alicaídas confianza, libertad y capacidad de bondad, tendemos a plantear soluciones a partir de lo que logremos obtener por fuera de nosotros. Engaño surgido precisamente de lo que antes señalábamos, de ignorar el papel que en dicho saneamiento tienen que jugar aquellos aspectos que en su raíz siguen siendo individuales. Claro que los mismos no se desenvuelven a espaldas de las condiciones materiales e ideológicas de nuestra existencia societaria, tal como ya esgrimiera lúcidamente Erich Fromm hace décadas [El miedo a la libertad -1941], pero de nada sirve plantear caminos de mejora solo estructurales, si el edificio viene resultando obsoleto para el buen vivir de la mayoría de los que allí se alojan.

Reinventar libertad y bondad sigue siendo una cuestión personalísima

En el fondo, se trata de no olvidar que el sentido de todo lo humano siempre termina por resolverse dentro de esa caja de resonancia que es nuestro mundo interior. Por lo tanto, no se trata solo de confiar en…, liberarnos de… o ser bondadosos con…, sino de colocar cada uno de estos dinamismos en la dimensión del para… dándonos nuevamente así, por pequeña e insignificante que sea, la posibilidad de volver a comenzar. De ahí que nos preguntásemos desde qué vivencias de libertad y bondad nos percibimos y comprendemos tanto en lo personal como en lo social. Ello, porque si la tensión inevitable entre estos dos ámbitos se descompensase, tal como hoy sucede por esa especie de auto-amputación o fuera de juego que hemos obrado o dejado obrar sobre nuestras capacidades individuales de confianza, libertad y bondad, ¡pues señores!, mal panorama tenemos.  

En esta línea, nuestra critica a la lectura psico-sociológica que culturalmente se nos impone respecto a lo que sean la libertad y la bondad. Unas libertad y bondad demasiado acomodadas o serviles a nuestros modelos de autonomía y autorrealización, cuando por contraposición sabemos que existen formas de ser libres y bondadosos muy en los márgenes de los esquemas de la seguridad y la comodidad. Son esta vivencia de la libertad y la bondad como capacidades de, siendo fieles a nosotros mismos, darnos a otros y en esto llegar incluso a límites insospechados, el testimonio de que frente a la sola referencia de lo social, hay posibilidades para la decisión individual. El respeto, la compasión, la promoción del otro en cuanto otro, en tanto respuestas que nos lazan al encuentro -intranquilo y no siempre positivo- con la diferencia del que tenemos enfrente, son el riesgo y la aventura donde reinventar [Alain Badiou - Elogio del amor - 2008] nuestras libertad y bondad. Una decisión personalísima, individual, frente al imperio no siempre acertado de lo social.

En breve, más...

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