Hace poco, ante la constatación de que la orientación con que construimos (estructural y personalmente) nuestro
estilo de vida, parece hallarse en un callejón sin salida, planteábamos lo insensato
de querer salir del mismo a fuerza de seguir añorando y alimentando criterios
francamente insostenibles. Entre los más evidentes: el individualismo
autorreferencial, la tendencia al consumo ilimitado, la pérdida del sentido del
otro. Criterios que, como un dibujo de época, hablan de nuestro no abrirnos a
la vida y a lo que de ella ignoramos. En otras palabras, de nuestro resistirnos
a cambiar las preguntas -por miedo, comodidad o mezquino interés- ante una
realidad empeñada en decirnos: ´por aquí no`, ´así, tampoco`, es decir, abocada
a enfrentarnos con nuestros propios fracasos.
Tres engranajes que urge poner a punto
Sin embargo, paradójicamente, detrás de dichos criterios, pero sobre todo de la conciencia de su poder desertizador, se hallan los dinamismos capaces de sacarnos del atolladero en el que hace tiempo nos encontrábamos y que la COVID-19 solo ha venido a patentizar. En efecto, la inviabilidad de nuestro individualismo autorreferencial, consumo ilimitado y pérdida del sentido de la alteridad, remite a unos engranajes que, aunque aparentemente malogrados, son la única oportunidad que nos queda sí aun queremos dotar de algún sentido nuestras existencias. Hablamos de la confianza, la libertad y la bondad, tres condicionalidades exclusivamente humanas a las que urge poner a punto.
Y urge, porque son un
hecho tanto la crisis de confianza (crisis que particularmente en el ámbito de
lo institucional recibe sus más peligrosos niveles de descrédito y sospecha) como
el entredicho en el que ha sido colocado nuestro sistema de libertades y
bienestar. De hecho, la confianza parece no poder traspasar el umbral que va de
la vida privada a la vida pública, la libertad individual, para muchos está
siendo vilipendiada, o simplemente colapsa ante las restricciones con las que
desde hace tiempo convivimos y respecto a la solidaridad de nuestro pretendido
sistema de bienestar: ¿la rige realmente la solidaridad o el cálculo? ¿Es
solidaridad cierta cuando las vacas parecen todas adelgazar?
La confianza, esa sal que se nos ha vuelto insípida
Comenzando por el dinamismo o engranaje de la confianza, observemos: ¡cuántos alrededor, viven o, mejor dicho, transcurren por la vida, abatidos o abatiendo, sin consciencia o con falsas consciencias de sí! En fin, como si ya no pudieran o quisieran salar adecuadamente sus existencias. Pero: ´...si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? [Mt 5, 13]. ¿Cómo volver a saborear la vida, nuestras vidas? Y si aun conservásemos algo de buena sal: ¿Cómo compartirla? ¿Cómo convidarla en medio de la insipidez y el contrasentido? Preguntas, en el fondo, donde vemos que todo está íntimamente vinculado a la necesidad y capacidad de confiar.
Ante estas preguntas, pienso y comparto una primera respuesta. Creo, que esa necesaria -aunque no siempre deseada- recuperación de la confianza y el confiar (en tanto relación con lo que ni sabemos ni controlamos, pero también cualidad para trazar puentes entre lo recibido y lo que decidamos hacer con ello) dependerá fundamentalmente de dos cosas. Por un lado, de cambios a nivel mental. Es decir, de revisar la vigencia o no, de muchos de nuestros paradigmas; no para enmendarlo todo, pero sí para resignificar lo esencial.
Pero
desde otro punto de vista, seguramente el más difícil, recuperar confianza y
confiar estará vinculado a la actitud cordial que seamos capaces de recrear. En
otras palabras, a nuestra relación con la libertad y la bondad, con el darlas y
el recibirlas… con el abrazo y cuidado que podamos brindar, o con el abrazo y
cuidado que dejemos que nos den…
En breve más…
La cordialidad es difícil en un mundo descorazonador. Cómo trasladar al ámbito político la cordialidad con los que llegan en patera, y con los que son olvidados y despreciados, ...
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ResponderEliminarTal como se van desarrollando los acontecimientos,al menos en relación con lo público, creo que forma parte del cuidado que merecemos todos; ejercer nuestra libertad para poder desconfiar de la mayor parte de lo establecido.Indagando con amabilidad y sensatez formas diferentes de entender la vida.
ResponderEliminarGracias por tus reflexiones, Sergio
La clave de bóveda creo que está en ver cómo ejercer ese cuidado en un mundo y contexto profundamente patriarcal, que denigra e hipersexualiza a la mujer. La lucha feminista lleva años diciendo que dónde están los hombres en los cuidados, por qué se desaprovecha su capacidad cuidadora... Pienso que sin erradicar el machismo de la esfera pública difícilmente podrá haber ese necesario cuidado. Cómo caminar cuidándonos en medio de este campo de minas misógino es una tarea para superhéroes y sobre todo superheroínas, de las que no salen en la tele.
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