domingo, 11 de octubre de 2020

COVID-19, cebollas de Egipto y apertura de la no-expansión (II)

Decíamos la semana pasada, que son nuestros propios antídotos contra la inseguridad (antídotos traducibles en el deseo y la elaboración de predicciones y reglas de juego claras) los que nos tienen totalmente acostumbrados a pensar solo en términos de avances posibles, indefinidos e ilimitados, de bienes consumibles, de un siempre más en el horizonte. Sean estos la salud, las relaciones o lo económico. Y precisamente a este acostumbramiento es al que la COVID-19, implícitamente, sigue apuntando. Apuntando y dando en el blanco, pero insistimos, indirectamente. ¿Por qué? Porque más allá de que en algún momento podamos precisar la lógica interna que rige al SARS-CoV-2 y sus efectos pandémicos, de ello no podremos inferir una motivación intencional por su parte. Podrá matar, claro, pero nunca podremos decir, sí somos racionales, que tenga intención de hacerlo.

Apuntada esta obviedad, tocaría revisar qué estamos pensando y haciendo, individual y colectivamente, cuando ante el impacto de la pelota sobre nuestro tejado, no somos ni suficientemente lúcidos, ni suficientemente honestos, al momento de considerar lo que por naturaleza nos diferencia del virus: que nosotros no podemos quitar de nuestras acciones, lo intencional. Podremos enterarnos más o menos de lo que sucede, tener más o menos responsabilidad en lo que toque gestionar y hasta también mirar para otro lado. Todos principios de acciones y posicionamientos diferentes, pero principios sobre los que no podemos obviar la pregunta acerca del ¿por qué? y ¿para qué?

Y he aquí el problema; no porque no sea legítimo aspirar, asegurar y avanzar hacia la supervivencia, sea que se trate de la tristeza que en muchos casos matará a nuestros abuelos antes que el Coronavirus, o los reclamos de cobertura y facilidades material-laborales para los que han quedado y están quedando en la cuneta económica, sino porque eso legitimo se ha tornado ilegitimo hace tiempo. ¿Por qué? Por carecer de un sentido racional y cordial sano y suficiente para con la naturaleza y para con nosotros mismos como especie. Por eso hablábamos de que quizá sea nuestro acostumbramiento a regirnos en términos de consumo, (el mismo por el que hemos llegado a hacer de nuestro mundo psíquico, existencial y espiritual una especie de mercado en expansión) el auténtico ´nudo vírico` que nos asola. Tanto, que la COVID-19 lo único que está haciendo es poner en evidencia lo fallido de nuestras pretensiones.

La expansión sin fin mata. La naturaleza ya está dando cuenta evidente de ello. ¿Nos colocaremos a nosotros mismos en la lista? Probablemente sí, si no nos disponemos a revisar la intencionalidad, la motivación de nuestros pequeños y grandes actos. Y por supuesto que también la de los actos de quienes determinan el presente y el futuro del mundo. Seguir viviendo desde la idea moderna de un progreso indefinido, de un horizonte en constante expansión, siempre consumible, nos llevará al colapso. Por supuesto que hay intereses a los que esto, sabiéndolo perfectamente, no les importa, es más, siguen operando en la lógica que nos ha traído hasta aquí. ¡Pero claro! Ellos ya han elegido algo que solo los humanos pueden: hacerse in-humanos.  ¿Seremos también nosotros émulos de un virus mortal, incapaces de intención? ¿O viraremos a tiempo el timón de nuestras acciones?

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