Sin duda: ´la vuelta al trabajo` y ´la vuelta al cole`, son dos de los titulares que hoy ocupan nuestro ánimo y pensamiento. Y aunque siempre ambas vueltas han sido constituyentes de incertidumbre y ansiedad, con la actual situación de pandemia se han convertido en el nudo gordiano de las tensiones entre los ámbitos privado, semipúblico y público, a la sazón, recriminándose unos a otros. Una dinámica de desgastantes reclamos que, si bien supone niveles diferenciados de responsabilidad, viene a decirnos que estamos en medio de un atolladero existencial más que ante una cuestión de gestión. En efecto, y retomando la imagen de los israelitas bíblicos huyendo a través del desierto, que estamos queriendo volver a la falaz seguridad de la esclavitud en lugar de aventurarnos tras los inciertos pasos de la libertad.
Ante dicha tentación, hoy encubierta y legitimada detrás de
la contradictoria idea de ´la nueva normalidad`, hace poco decíamos que necesitamos reconectar con el riesgo, el límite y la frustración que tanto
nos asquean. Después, asumirlos desde un sano ejercicio de racionalidad y
voluntad y finalmente, gestionarlos a partir de un proyecto existencial con
sentido, no del oportunismo de lo que ´ahora convenga`, sea en los ámbitos de
lo privado, semipúblico o público. Urgen ejercicios grandes de confianza, libertad
y bondad. En el desierto, todos deberíamos aprender a desterrar nuestras mitificaciones,
precisamente las que enmascaran -como las cebollas egipcias- nuestros miedos. Solo
entonces nuestras legítimas aspiraciones dejarán de confundirse con nuestras
desnortadas expectativas.
De ahí la necesidad de plantear la vida y el vivir que
tenemos por delante, no desde la mera administración de aptitudes y talentos,
sino según el criterio teleológico de unas actitudes y talantes capaces de
engendrar esperanza a la vez que resistencia. Para entendernos: ¿de qué nos
sirven unos determinados recursos, si no sabemos hacía dónde orientarlos? Más
que nunca estamos llamados a descubrir y poner en valor la positividad de la
contención y la austeridad como prácticas de contraposición y regulación
inteligente y cordial para con uno mismo, la vida y los otros. En el fondo como
prácticas, no las únicas, capaces de restituirnos al sentido de las cosas, a una
conducción de ´luces largas` que, por supuesto tendrá que traducirse en cambios
políticos y económicos, sociales y culturales, pero sobre todo en esos otros
cambios que tanto cuestan: los personales.
De esta forma, así como el albergar y cobijar propios de la contención tendrían que ser ejercicio asertivo de cuidado para con uno y los otros, en particular en medio de toda conflictividad, del mismo modo la frugalidad y la moderación, el realce de lo pequeño y lo sencillo propios de la austeridad deberían entrar a formar parte de nuestra cotidianidad. Ejercicios -individuales y colectivos- con los que transitar por el desierto, reclamando por supuesto pequeñas tiendas donde resguardarnos de la intemperie, pero evitando, frente al miedo al riesgo, el límite y la frustración, la mitificación de que todo ello deberá desaparecer. En el fondo, evitando la idealización de unas seguras, saciantes y sabrosas cebollas.
Convenzámonos, ni hubo, ni habrá tales cebollas. En la dimensión
de nuestra existencia, ni procedemos ni vamos hacia ningún paraíso [Esquirol. La penúltima bondad. 2018]. ¿Seremos,
por tanto, capaces de caminar en la apertura de la no expansión, la sabiduría
de la inseguridad y la solidez de la flexibilidad? ¿De dar a nuestra necesidad
de confianza y seguridad, libertad y bondad, una nueva matriz de desarrollo? Unos
desafíos donde el arte de la contención y la austeridad aún tienen mucho que
decir y enseñar, pues no es cierto que sean signos de fracaso o desilusión tal
como nos han hecho creer el mercado y sus brazos político-culturales. Por el
contrario, pueden ser expresión de que la pregunta acerca de nuestra vida y
vivir ha encontrado respuestas mejores, de que aún podemos caminar en el
desierto diseñando sendas con sentido.
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Austeridad y contención. Propiedades que orientan para transitar el camino de la vida, más en esta nueva situación. Invitación a protagonizar/nos...buenos indicadores para reflexionar!
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