¡Palabras, palabras y más palabras!
Ellas forman el suelo, las paredes y el techo de nuestra existencia. Sin
embargo, aún reconociendo que pueden desfigurar -como dijera Epicteto- nuestra
percepción de las cosas, las preferimos al silencio, al misterio del que
provienen. Pero entonces: ¿por qué este miedo al silencio?
Precisamente a lo que es el "hogar de las palabras", a lo que les da fuerza y provecho. De hecho, no hay lenguaje sin
silencio. A veces se trata del silencio de la cosa a la que refiere el
lenguaje. Otras, del silencio que ingresa al lenguaje para unir y separar las
palabras de las que está hecho. No existe relación con el otro si no es a
través de los silencios que hacemos cuando escuchamos.
El silencio dice de todo: que el otro existe, que el otro nos abruma, que el otro nos da miedo, que el otro no nos importa en lo más mínimo. Muchos fueron los que lo han pensado: Confucio, Platón, Cicerón, Ovidio, Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger, Blanchot, Derrida. En breve más...
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Estupenda serie de reflexiones sobre el valor de la palabra y del silencio. Enhorabuena.
ResponderEliminarComo decía el gran mimo francés Marcel Marceau: "El silencio es infinito como el movimiento, no tiene límites. Para mí, los límites los pone la palabra."
Al hilo de todo ello, me viene a la memoria ahora un excelente cortometraje de la animadora checa Michaela Pavlátová: "Reci, reci, reci" (Palabras, palabras, palabras), nominado al Óscar en 1991, en el que, en un café, sus gentes no paraban de hablar y estas charlas (representadas con dibujos simbólicos) expresaban tanto por su literalidad como por las intenciones y dobles sentidos que llevaban implícitas.
Gracias por tu cálido y lúcido enhorabuena, Fénix.
EliminarSiempre es un gusto leerte, y sobre todo, hacernos con tus sugerencias cinéfilas.
Una brazo visualmente silencioso!!!