jueves, 16 de abril de 2015

Identidades sexuales y privilegios (I)

Sí bien es cierto que el asimétrico juego entre lo masculino y lo femenino ha variado mucho, la pregunta por los mecanismos y principios que lo permitieron, es decir, por aquello que durante milenios hizo del mismo algo inamovible (cosa que de hecho continua siendo así para ciertas porciones mentales del planeta) sigue teniendo actualidad. De hecho, tras la larga (y en parte fructífera) lucha del plural feminismo y la instauración de los Estudios de Género (Gender Studies) y la Jurisprudencia Feminista (Feminist Jurisprudence), especialmente en el Occidente desarrollado, las persistencias de dicho juego y de las estructuras de comprensión y dominación que supone, son fácilmente constatables, como si estuviesen grabadas en nuestros propios cuerpos.

De ahí la actualidad de la pregunta y las problemáticas que ésta conlleva. Por un lado, en relación a las razones, reales o ficticias, de han posibilitado que una determinada estructuración y división de lo sexual se haya eternizado. Por otro, en relación a las estrategias que, develados los alcances de lo anterior, podrían romper (en algo o en todo) con ello. Sobre lo primero, quizá convenga recordar parte del planteamiento que años antes de su muerte nos legara Pierre Bordieu en La dominación masculina. Allí, el autor francés, al explorar las categorías mentales desde las cuales construimos el mundo, llega a concluir que la consabida dominación masculina obedecería a la arbitraria y dicotómica división que de cosas y actividades hacemos. A ese modo de comprender que registraría las diferencias como algo objetivo y natural.

Pues bien, sobre esta inevitable e ineludible construcción bipolar de todo lo humano: bueno-malo, alto-bajo, negro-blanco, masculino-femenino, asistiríamos a un proceso relacional donde, para el caso de varones y mujeres, más allá de las evidentes diferencias biológicas, se instauraría un régimen forzadamente naturalizado de dominación. De este modo, cimentada sobre la diferencia, la visión androcéntrica del mundo, justificaría la incubación de órdenes sociales e históricos fuertemente jerárquicos. A favor por supuesto, de perpetuar simbólica y materialmente la superioridad de un sexo sobre el otro. Pero claro, estas relaciones de dominación no se sustentarían en decisiones deliberadas, sino que estarían ocultas tanto para dominadores como para dominados, expresándose en percepciones y hábitos duraderos y espontáneos.

Por eso, la transformación de dichas relaciones de dominación terminará por ser mucho más que una cuestión de voluntad y de conciencia. Implicará la transformación de las estructuras que las producen y reproducen, en relaciones de complicidad y mutua retroalimentación. En definitiva, en unos modos que nos relanzarían sobre la segunda de nuestras cuestiones.

En efecto, a la hora de trazar estrategias capaces de romper con las dominancias de la división sexual, tendríamos que ser capaces de re-evaluar sí detrás de los éxitos y fracasos de las teorías y prácticas de género, no hemos caído en la trampa de la simple rotación del privilegio de las identidades sexuales. Es decir, en simplemente intentar dar vuelta la tortilla, reproduciendo una vez más la vieja oposición binaria varón-mujer. Pero bueno, de esto, seguimos hablando en breve...

3 comentarios:

  1. Supongo que cuando hablas de "prácticas de género" te estáss refiriendo a las estrategias que se han seguido y se siguen aún para acabar con el asímetrico juego o dinámica de los roles de género. En ese caso, entiendo perfectamente la pregunta que hay de tu condicional: "tendríamos que ser capaces de re-evaluar si...". Te avanzo que es este asunto es un "territorio sensible" en donde hay mucha militancia reflexiva y también de facto o mimética. Pero, en fin, avancemos un poco más si quieres y con confianza!

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  2. Supongo que cuando hablas de "prácticas de género" te estás refiriendo a las estrategias que se han seguido y se siguen aún para acabar con el asímetrico juego o dinámica de los roles de género. En ese caso, entiendo perfectamente la pregunta que hay detrás de tu condicional: "tendríamos que ser capaces de re-evaluar si...". Te avanzo que este asunto es un "territorio sensible" en donde hay mucha militancia reflexiva y también de facto o mimética. Pero, en fin, avancemos un poco más si quieres y con confianza!

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  3. Exacto, la pregunta de fondo de nuestro Diálogo Filosófico, inspirándonos en Bordieu y Derrida, pero también en autoras más militantes como Cornell o Cixous, ha querido ser: ¿sí el discurso de género, no en todos los casos claro, no tendría que ir más allá de: o la inversión de los privilegios sexuales androcéntricos, o el simplemente poner en paralelo lo femenino frente a lo masculino? Así, la re-evaluación de la que hablamos, no pretende ir contra las teorías de género, sino otorgarles una base teórica -aún con lo limitado que ésta pudiera ser- más allá del binarismo racional que en definitiva sigue representando el poder del macho. ¡Pero bueno, que serenamente debemos seguir hablando de la cuestión!

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