domingo, 16 de febrero de 2014

Ética y Política (II): democracia directa vs. democracia representativa

Para los griegos, la polis, en tanto organización de lo común, permite que la frágil capacidad de ser libres -la acción y lo discursivo según Hannah Arendt- se torne imperecedera. Ahora bien, esa libertad no es entendida como libre elección, es decir, como lo entiende la moderna ideología liberal, sino como capacidad de comenzar siempre de nuevo, de optar por aquello que construye y que siempre pone en relación a unos con otros. Precisamente el sentido de libertad hoy redescubierto por posturas filosóficas y políticas como la del comunitarismo.

Hay por tanto -volviendo al mundo clásico- una organización de lo común en la que el todo como más importante que la parte, es determinante para la vida individual. Es la comunidad la que define y forma el actuar humano; de ahí el valor de lo público por encima de lo privado. Tanto, que el ciudadano ni actúa ni habla sino es en y para la ciudad, y dentro de ésta, en el ágora, en la plaza. Es en ésta donde los hombres aparecen como tales, no como otras cosas vivas: esclavos, extranjeros, artesanos, o inanimadas: bienes, mercancías. Allí, en la plaza, los que son hombres, son y cobran realidad.

De todos modos la democracia directa griega -por el hecho de su elitismo-, frente a la representativa moderna, jaquea ideas caras para nosotros: los derechos individuales, la ley, la participación, el liderazgo y el respeto de las minorías. Surgida de una necesidad: limitar el poder de tiranos u oligarcas, jamás formuló la idea de una naturaleza común -libre- de los individuos. En este sentido es más pragmatista que las democracias modernas, las cuales al verse imposibilitadas de soslayar el secular peso del derecho romano y sus posteriores vertebraciones cristianas, no pudieron no desembocar en el reconocimiento de los derechos cívicos, y progresivamente en los políticos.

Así, frente a la democracia griega, en tanto estrategia igualitaria de algunos: la del derecho a la isegoría o palabra política de los ciudadanos, derecho que en la particularidad de la ciudad-estado impidió la fijación de una élite política y la representación, la democracia moderna, en tanto derecho a la representación política de todos, no logra aún resolver un viejo problema: el del ensalzamiento de unas minorías vs. el aplastamiento de otras.

Como corolario, lo que una aporta al desarrollo histórico, la otra no sabe mantenerlo o vivificarlo. Así, la democracia directa, aún con su sesgo aristocrático: la ciudadanía restrictiva, genera un sentido de responsabilidad política máxima. El que es ciudadano tiene obligación de estar en lo público. En cambio, la democracia representativa, aún como derecho de los que son iguales: todos, no puede viabilizar instancias máximas de responsabilidad. Ésta queda de alguna manera secuestrada por la instancia de la representación. Representación que cuando se torna no-ética viene a destapar la caja de los truenos...


1 comentario:

  1. Desde Argentina, un querido amigo, Mario (Tito) nos hace llegar a nuestro email estas ideas, las compartimos:

    "Libertad... alternativa de comenzar siempre de nuevo... "

    El concepto creo que refleja el sentido de elección... uno siempre está eligiendo. Aunque muchas veces creemos que elegimos pero en realidad descansamos repitiéndonos en lo que alguna vez hemos elegido. [Deberíamos hablar entonces de] libertad condicionada en una elección pretérita sin revisar. Automatismos irreflexivos cristalizados en el tiempo; negaciones del sentido propio a los procesos temporo-espaciales en los que estamos inmersos las personas, los seres vivos.

    Gracias Tito!!!
    Como siempre, profundo, sugerente.

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