
Surgen así, dos cuestiones. Por un lado, la de sí todos los sentidos que pudieran haber en la vida conducen a la felicidad. Cuestión a la que habría que responder que no, pues las ideas y experiencias de otros parecen advertirnos que hay caminos mejores y peores. Por otro, la de que esa posibilidad de unas ideas por las cuales vivir y hasta en algunas oportunidades, por las cuales morir, no parece estar definida por nosotros; con lo cual el sentido de la vida no es algo que inventemos, sino algo que descubrimos.
Ahora bien, dicho sentido aparece también como algo que nunca se satisface, con lo cual nos queda o apagar nuestros deseos de dirección y felicidad o seguir abiertos, en tensión, hacia eso que aspiramos y parece a la vez, estar más allá de nosotros. Posibilidades ambas, que lo hacen ser aspiración y resultado de la trayectoria biográfica que hemos de recorrer. Es algo, que hombres y mujeres construimos, que ni está inscrito en la genética, ni está absolutamente determinado por la vida social y cultural. En definitiva, el sentido de la vida es aquello que toca con la libertad de seguir buscando y construyendo el camino...
Y ahora, como decimos siempre, quedamos a vuestra entera disposición en nuestras direcciones y teléfono móvil:
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