La
resistencia y la esperanza a rehacer.
Frente
a lo que será el pos COVID-19, las miradas maliciosas o sesgadas que una y otra
vez giran alrededor del cálculo y la oportunidad ante lo que sospechamos se nos
viene encima, hacen pensar (y desear) en sí seremos capaces de guiarnos por
algún principio más saludable que los de la estupefacción o la sola gestión. Un
principio cordialmente inteligente, emocionalmente ni tan aturdiente, ni tan
instrumental; un valor que dada la situación de desertización sobrevenida sobre
nuestro sistema de vida, sin duda será arduo rehacer, pero a cuanto más difícil
más necesario, tanto como las ´luces largas` en toda conducción.

En
medio de una crisis donde todas las certezas han quedado en entredicho, decir
que se diseña el futuro a costa de enrarecer el clima presente es (por fuerza
de las etimologías) tan estúpido como estupendo, es decir, un modo ´aturdido`
de encaminarse al precipicio. Pero empecinarse exclusivamente en un diseño de
´luces cortas`, probablemente nos devuelva en un tiempo no muy lejano a la
casilla de salida. La esperanza no crece bien en climas irrespirables, ya sea
por aguijonear el desencanto, ya sea por enarbolar el pragmatismo. Por eso,
porque la vida no es el Juego de la Oca, será clave no acercarnos demasiado ni
a uno ni a otro polo… Una tarea fundamentalmente de todos y cada uno, no tanto
de nuestros sistemas políticos intrínsecamente débiles.
Si bien lo antedicho sirve como contexto (y motivación) de nuestro presentar la
esperanza también como resistencia, queda aún por señalar en qué sentido
decimos lo que decimos y por dónde creemos que debería ir nuestra tarea a la
hora de rehacerlas. Analizando y entendiendo la palabra ´espera-esperanza` en
tanto apetito posible y arduo hacia un bien que por el momento no se posee, es
fácil constatar que éste deseo no es un componente exclusivamente humano; en
los animales, la espera, queda representada por el instinto. Sin embargo, en
nuestro caso no es solo un constitutivo y una pasión constante (cosa que con el
resto de las criaturas compartimos), por el contrario, somos los únicos capaces
de dar al esperar un contenido que el resto de los vivientes no pueden.
Por tanto, es la racionalidad la que convierte
a la ´espera-esperanza` en acto por el cual somos inducidos a actuar y a
afrontar el futuro desde un continuo contraste con la propia experiencia.
Acción, contraste y apertura que precisamente en ese momento la hacen también
resistencia: permanencia firme y proactiva frente a todo lo que nos disgrega y
daña, frente a todo lo que pudiera amenazar el diseño sano, aunque frágil, del
mañana. De ahí que las resistencia y esperanza a rehacer deban serlo en tanto fuerzas
antagónicas para con el disfrute sin tardanza, la incapacidad para el
sufrimiento, la apatía generalizada o el primado de la producción sin razón, en
el fondo, todas esas fuerzas de disgregación que estando ahí no queríamos ver y
que la COVID-19 ha venido a retratar en toda su vacuidad, en todo su sin
sentido.
Por eso, por el hecho de que espera y
resistencia no se realizan ni desarrollan al margen de la experiencia humana,
deberíamos tanto preguntar por aquellas situaciones que a lo largo de la historia
han aparecido como intrínsecamente esperanzadoras, como cuestionar las que no.
Por caso: ¿hasta dónde, que hoy todo sea igual y uniforme, y vivamos en un
continuo ´me gusta` algorítmico, autorreferencial y autocomplaciente, sin
presencia de ´otros` realmente otros, no constituye el primer inhabilitador
para la espera y la resistencia al reducir a casi cero nuestras posibilidades
reales de experimentar y nuestra fortaleza?
¿Por dónde intentarlo? Necesitamos urgentemente ejercitarnos en la contención y la austeridad. La material quizá
sea la más evidente, pero no se quedan atrás ni la intelectual, ni la
emocional…
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Esperanza...como bien decis esa actitud sostenida en el tiempo de saber o aprender a esperar en que las buenas expectativas se puedan cumplir....es ver y desear un horizonte mejor, superador de algún modo de éste presente...cabe que nos preguntemos ¿que hago hoy desde mi para que eso que anhelo sea posible?
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Mario.
Eliminar¿Qué hacer? Creo que cada uno debería hacer el ejercicio de indagar aquellas experiencias que en la propia vida realmente le aportaron sentido, horizonte. He ahí un sólido eslabón -recordando a Séneca- para comenzar a crear esa cadena racional y amorosa que es la esperanza.
Totalmente de acuerdo, Sergio. Toca ver el futuro no sólo con ilusión, de forma etérea, sino con la esperanza de construir. Debido a esta crisis global, tenemos la oportunidad -y quizá el deber- de replantearnos como sociedad. Podemos intentar impulsar modelos económicos más justos y redistribuidores, redes vecinales y sociales más potentes ante el individualismo que crece cada día, democracias más fuertes cuyos ciudadanos señalen la complacencia del periodismo politizado o el bulo que crispa y que llega sin pudor a su smartphone. Para construir un camino con sentido, habrá que luchar contra las resistencias de todo tipo (sociales, morales, culturales, mentales) que limitan el cambio que se hace necesario. También habrá que reconsiderar el papel de las tecnológicas, que han subvertido el orden de poder ante los débiles Estados-nación y han desmantelado nuestra privacidad y libertad de elección entre algoritmos que deciden por ti después de que acabes de currar para mostrarte vídeos de gatitos, encuestas de Instagram y challenges. ¿Dónde queda el pensamiento crítico entre tanta vacuidad?
ResponderEliminarAgudas tus palabras, Mario.
ResponderEliminarSin duda que estamos ante una crisis-oportunidad única, pero ya me disculparas respecto a no ser muy optimista acerca de dejarnos rehacer por ella. Es por eso que -contra toda esperanza- mi reflexión de estos días va de esperanza y resistencia.