Contención y austeridad en la ITV de nuestras
expectativas.
A esta
altura de los acontecimientos seguramente ya no queden voces negacionistas
respecto al impacto de múltiple alcance e inusitada contundencia que está
siendo -y así seguirá siéndolo por algún tiempo- la COVID-19. Sin embargo,
respecto a la necesidad de merecer otro caminar, realista y sensato, capaz de
engendrar una esperanza y una resistencia más humanas frente a lo que nos
deshumaniza, parece que no hay forma de modular el vocerío de los que ocupando el
protagonismo de lo público especulan o con el precipicio o con una conducción
de luces cortas. ¡Pero ojo! tampoco parece que entre bambalinas haya mejor personal
para reemplazar al coro de faltones y sicofantes que nos tiene en vilo. ¡Qué
vamos! Que lo tenemos crudo y que si no espabilamos probablemente terminemos
siendo carne de cañón de la polarización y la fragmentación, es decir, el mejor
auditorio para sostener más y más vocerío.
"La COVID-19 ha venido a decirnos que nuestra
condición humana
necesita
una ITV integral y urgente".
Por ello,
aún siendo legítimas nuestras indignación y desafección frente a lo que vemos
en escena, resulta urgente que como sociedad salgamos de ciertas perezas y
torpezas. ¡Qué despertemos! Y que comencemos a hacerlo por donde hace siglos
desistimos: por la pequeña escala de las relaciones personales más íntimas y
próximas, pues en vano podemos pretender que la vida misma o los demás, siempre
demasiado misteriosa o demasiado lejos, hagan por nosotros lo que a nosotros
toca. Hablamos de espabilar, de ponernos en pie, de despertar respecto a qué
mujeres y hombres queremos ser, y críticamente, respecto a qué motivaciones y recursos
tenemos para ello. La COVID-19 no ha venido solo a decirnos que todos nuestros
sistemas de gestión necesitan revisión, una ITV integral, sino que nosotros
mismos, nuestra condición humana necesita ponerse a punto: reorientarse frente
a su propia verdad y desde ahí, trazar líneas de transformación.

Un empeño en el que creemos, como decíamos hace una
semana, la positividad por redescubrir de la CONTENCIÓN y la AUSTERIDAD, en
cuanto capacidades de albergue, refugio y cobijo, frugalidad y moderación respectivamente,
puede decir y hacer mucho, para con nosotros a título individual, pero también
para con la misma vida y los demás.
Nuestro
punto de vista no es el del análisis y la crítica política, sino el de la
comprensión vital, de donde el intento de vincular lo sobrevenido tras la
actual pandemia con las que podríamos decir son las ´líneas maestras` de
nuestro hacernos personas y sociedad. Hablamos de la vida, tanto a nivel
psicológico y existencial como a nivel trascendental, por eso, en cada uno de estos
niveles es donde deberíamos ser capaces de hacer más razonable y cordial
aquello que creemos merecer. ¿Cómo? Pues sacándolos de la clave del consumo y
el placer sin criterio ni límite con que los hemos configurado, en el fondo, de
la mitificación o endiosamiento que ya como modernos -entre los siglos XVI y
XVIII- hicimos de nuestra individualidad racional.
"Contención y austeridad no como ascética,
sino
como mística de las relaciones y el encuentro".
En dicha tarea,
la ´contención` y la ´austeridad` que planteamos tendrán que ir más allá del
camino ascético, duro y purgativo que solo busca evitar el mal desde la
perspectiva de lo defensivo. Por el contrario, deseamos y pensamos a ambas como
camino místico, como contraposición y regulación dialogante y flexible con la
vida y con lo diferente de uno mismo. Se trata de otra perspectiva: la de la
apertura para el encuentro. Veamos pues, cómo podrían jugar y qué podrían dar
de sí cada una de esas ´líneas maestras`: lo que son nuestras expectativas o esperamos
de nosotros, de la vida y del otro/Otro al ser puestas bajo esta impostergable ITV.
a) Lo que esperamos de nosotros mismos: En una época donde
la persona, en cierto sentido antes ´sujetada` por su propio yo, no halla o no
reconoce el valor del ´sí mismo`, perdiéndose así en constantes y neuróticas
búsquedas vaya a saber de qué, ´volver a casa`, a la ´inocencia radical`, al
´yo profundo` será lo primero a roturar y sembrar. No como afán de regusto
individualista, sino como auténtico y sano cuidarse para cuidar. Algo en lo que
la soledad y el silencio, como vuelta y retiro al propio misterio antes que
como huida y relax, serán claves.
Corolario: la
recuperación del propio centro vital.
b) Lo que esperamos de la vida: Asumir que la vida no está en nuestra
manos, que la gestación de lo presente y porvenir se da sin nosotros
controlarlo todo, es quizá lo que más contundentemente nos exija la experiencia
de ´enfermedad y muerte absolutas` instaurada por la COVID-19. Lo cual, ni
significa renunciar a nuestras legítimas aspiraciones, ni tampoco dejar de
actuar responsablemente. El desafío: poner nuestra necesidad instintiva de
seguridad fuera de nosotros, en lo no controlable, máxime cuando esa seguridad
en la que confiar no revista las formas deseadas.
Corolario: el
desarrollo de unas confianza madura y sana autoaceptación.
c) Lo que esperamos del otro/Otro: Inmersos en un modelo de
reproducción cultural en el que el otro, viviente como nosotros, y lo Otro, en
tanto razonable posibilidad capaz de sacarnos de nuestra pura
autoreferencialidad, en general cuentan poco o nada, urge replantear nuestros
criterios de alteridad. En efecto, enclavado en los privilegios del yo, por
ende, en un uso calculado de la libertad y la bondad, el general sentido de
relación que entablamos con lo diferente de nosotros mismos, se aleja cada vez
más de la inexcusable respuesta que siempre demanda la presencia del otro/Otro.
¡Reconozcámoslo! muchas de nuestras relaciones son puro egoísmo e
insustancialidad; incluso las religiosas. Así las cosas, frente a unas
vivencias de relación tan deficitarias, seguramente unas recuperadas
identidades -desde una ´libertad capaz de autolimitarse` y una ´bondad menos
interesada`- puedan aportar mucho.
Corolario:
la reorientación del sentido y la salida hacia el otro/Otro.
´Contención`
y ´austeridad` nos han sido demandadas a todos, algunos las habrán vivido como
obligación, la mayoría como necesidad… con todo, el desafío de una vivencia más
honda y radical de las mismas, en cada uno de nuestros niveles de relación y
espera, aún es una tarea por realizar. ¡Y recordémoslo! No es ni será tarea de
ningún coro o compañía en la que delegar lo que es nuestra responsabilidad. De
ese coro, somos parte todos y cada uno, incluso el misterio de la vida y lo
Otro.
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