¿Qué sea el hombre? supone reconocer en primer lugar la
destrucción de la imagen jerárquica del pensamiento antiguo y medieval respecto
al moderno y el nuestro. Así, mientras para los primeros las formas mentales explicativas
de lo real, en tanto unidades coherentes e idénticas a sí mismas, no merecen
ponerse en duda, a partir de la modernidad el problema será justamente explicar
cómo llegan a tener cohesión y sentido unitario los contenidos agrupados tras
nuestras percepciones y conceptos. Así, mientras aquellos creían saber qué
fuera el hombre y todo en general, para el hombre moderno, el mundo (y en él lo humano) se
presentará como desmenuzado en átomos y sensaciones, en partes dispersas de las
que luego él tendrá que hacer, mediante la experiencia, una totalidad. Entendiendo a
su vez que dicha experiencia tan solo le ofrecerá hechos, nunca realidades
necesarias.
Con todo, en el desplazamiento explicativo de la cuestión -de
las certezas a las dudas, de la sustancia a la relación-, la búsqueda de aquello
esencial del hombre se dirimirá dentro de tendencias que si bien han sido y
siguen siendo opuestas: la naturaleza o la cultura, lo inconsciente o lo
histórico-social, han aglutinado nuevas profundizaciones acerca de la misma.
Con lo cual ´conocernos a nosotros mismos`, aún a riesgo de que nuestra
especificidad nos siga siendo ignorada, sigue siendo el centro de nuestro anhelo
y conocer. Pero claro, un anhelo y conocer claramente determinados por todo lo
otro que pueda aparecer frente a nosotros. Especialmente por ese otro que junto
a nosotros, anhela y se pregunta lo mismo… Recordando a Martín Buber (1878-1965):

Quedamos como siempre a vuestra disposición.
Un saludo cordial.
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