Cuando la razón sirve al cuidado del hombre, no a las ideas
que sobre él pudieran tenerse, suele ocurrir que se llega a certezas
existencial-espirituales incómodas para determinados discursos: el
político, el religioso, pero también el científico-académico:
"Solo la plena experiencia de la capacidad de nacer
puede conferir a los asuntos humanos fe y esperanza, dos esenciales
características de la existencia que la antigüedad ignoró por completo,
considerando la fe como una virtud muy poco común y no demasiado importante y
colocando la esperanza entre los males de la ilusión. Esta fe y esperanza en el
mundo encontró tal vez su más gloriosa y sucinta expresión en las pocas
palabras que en los Evangelios anuncian la gran alegría: ´Os ha nacido hoy un
Salvador`".
(cf. H. Arendt. La condición humana, cap. IV)
Pero sea lo que sea qué se diga... he ahí el hecho. Acogerlo
en su profundidad y entenderlo, solo depende de nuestra libertad. Por eso
nuestro deseo:

Solo así el nacer -nuestro nacer- recuperará la potencia necesaria
para hacernos cargo de nuestra vida y de la de los demás.
Solo así la fe y la
esperanza volverán a anidar en el mundo".