Hablar del ´cuidado de sí` supone movernos en el terreno
donde la ética toca con la estética; algo que no siempre, particularmente en
Occidente, hemos sabido hacer. En efecto, el cuidado de sí` es toda una
estética de la libertad reflexiva sobre la propia subjetividad, pero no para
olvidarse de los otros, sino para volver -éticamente- a los mismos. Se trata de
una actitud para con nosotros, pero también para con los demás y con el mundo.
Pues bien, en nuestro largo recorrido acerca de cómo la
cuestión se trató o ignoró a partir de la constitución de unos concretos contextos
históricos sociales, especialmente desde finales del siglo XIX en adelante,
hemos podido precisar, a partir de la propia elaboración de la filosofía y el
pensamiento social, algunas determinaciones.
1º que Marx, Nietzsche y Freud vinieron a develar, no tanto
lo interesado de las ilusiones modernas del orden burgués, la búsqueda de la
verdad y la felicidad y la construcción del sujeto, como sí la posibilidad de
resignificar el sentido de las mismas.
2º que dichas sospechas, como espejos que contendrían las
mil formas de las heridas de nosotros mismos y el mundo, no alcanzarían a
suscitar un ´cuidado de sí` capaz de asumir lo que hoy comprendemos por
interioridad, en tanto construcción y captación integral del propio sujeto.

4º qué teniendo en cuenta que la Modernidad finiquitada por
las dos Guerras Mundiales es toda ella un periplo de anti-cuidado, volver sobre
la pregunta acerca de ¿qué antropología o idea de hombre-mujer supone el
´cuidado de sí`? exige fundamentalmente dos cosas. Primero: que contra el peso
de los grandes sistemas de interpretación y construcción del sujeto, tanto los
idealistas como los materialistas, tendríamos que apostar por una comprensión de lo
individual y colectivo modesta, de pequeño formato diríamos. Segundo: que ya
dentro de esta concepción, deberíamos reasegurar las tensiones individual-colectivo,
identidad-otredad…
Sobre este
trasfondo, en breve, nuestras conclusiones.
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